O-KAERI NASAI

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martes, 30 de marzo de 2010

RAN. Capítulo II "KAZE" 風 Los Sonidos del Viento.





Higashi nishi
Aware sa hitotsu
Aki no kaze


Del este o del oeste
Sobre los campos de arroz
El sonido del viento



    Hanako movió la muñeca en sentido ascendente, atrapando con su gesto la tenue luz del atardecer, sin prisa, suavemente, como si lo único que importara en el mundo fuera el movimiento de su mano danzando en el espacio y no existiera otra cosa en el universo salvo el chanoyu y sus pensamientos, ignorando la terrible realidad que se desataba en el exterior. Con el vuelo de mariposa de su mano, volvió a recordar los acontecimientos de aquella mañana extraña en la que la potente voz del shogún Ashikaga rompió el silencio que rodeaba su sueño inquieto.
    En el instante en que traspasó las puertas de su habitación, el sonido furioso del rugido del dragón golpeó sus oídos con una fuerza demoledora; Ashikaga estaba enfadado, oh, sí, realmente enfadado, pobre de aquel que fuera objeto de su furia, pues su cuello correría serio peligro de ser cortado en dos con un rápido, certero y veloz giro de Taifû, su temible katana.

    Se aproximó a la estancia de donde surgía el tremendo rugido y asomó su pequeña nariz por el resquicio de la puerta entornada.  Ashikaga hablaba, o mejor, gritaba, a su lugarteniente, el general  Kazuo, cuyo rostro empalidecía rápidamente a medida que las cejas del shogún se arqueaban en un rictus furioso y malévolo.
    El gran señor del Imperio dejó surgir en su cara las señales del paso del tiempo. Ya no le importaba que sus largos cabellos dejaran entrever el largo fluir del río de la vida, con sus reflejos color de la plata,;qué importaba ya, si todo su mundo amenazaba con derrumbarse y desaparecer como la cosecha de arroz bajo el fuerte tifón que, cada mucho tiempo, asola  las costas del país que le vio nacer...qué podía importar ya todo, la gran tormenta, la gran guerra, la soledad de sus últimos días... sólo importaba la supervivencia del Imperio, el país al que debía su honor y al que tanto tiempo había olvidado.

    -Kazuo, no quiero saber más, no quiero que me traigas noticias de un universo sin sentido, no quiero sufrir más, no quiero tener que abandonar este mundo si no es por una justa razón y por un justo equilibrio de fuerzas que lleven al Imperio a su supervivencia; ya sé que el pueblo está descontento, que olvidé mis deberes, pero, ¿qué ocurre realmente en el exterior?, ¿qué clase de llantos son los que percibe mi corazón?, ¿qué sucede, amigo mío?.

    El shogún Ashikaga envejeció diez años al pronunciar estas palabras. Kazuo, general al mando de sus más fieles soldados y leales samuráis, no supo qué responder; el viejo soldado envejeció a la par que su Señor, uniendo su vida y su destino, siempre, a la de su amigo y rey de su país. Por ello, por la confianza que los unía, Kazuo fijó sus ojos en los de su antiguo compañero de armas, y el sólo hecho de hacerlo, pareció calmar la ira del hombre más poderoso del Imperio.
    Ashikaga quería comprender lo que ocurría tras las murallas de su particular universo, pero había dejado que sucedieran tantas cosas, tantas, que ya era tarde intentar remediarlas. El shogún suspiró, abatido.; miró a Kazuo y se reclinó en la silla que ocupaba la habitación de las audiencias, y, por primera vez en mucho tiempo, permitió a su mente adentrarse en los sucesos de un futuro próximo...

    Hanako escuchaba tras la puerta y su corazón se encogió en un puño intentando comprender las palabras  del shogún. Algo muy grave ocurría en el exterior de las murallas, algo que podría cambiar el rumbo de las cosas, de la vida conocida hasta entonces, con sus comodidades, sus sábanas de seda, sus bailes y cantos, sus poemas; no, la vida no debía consistir en esa relajación de los sentidos, debía existir algo más, algo que percibió en el instante en que conoció a Takeshi. Sí, Takeshi, debía buscarlo, sólo él podría darle las respuestas que necesitaba, que tanto buscaba.

    Hanako supo, más por intuición que por conocimientos, que una gran fuerza se desataba tras las puertas del palacio, que algo trascendental estaba a punto de ocurrir, para ella, para su pueblo y para el mundo, para las potencias que conformarían la estrategia en el orden del universo...debía encontrar a Takeshi...

    Cerró violentamente las puertas tras las que se escondía, tras las que escuchó conversaciones prohibidas; volvió a su estancia y se desnudó de sus ropas de noche y de parte de su ingenuidad, queriendo buscar el conocimiento a través de los ojos de Takeshi, los únicos ojos que podrían transmitirle la verdad del mundo que apenas conocía, escondido tras el envoltorio de seda que rodeaba su existencia.
Salió al jardín de la estancia Kiyoshi, aturdida, buscando, sintiendo la presencia del samurái que lo era ya todo en su vida y no podía verlo, no podía,...¿dónde estás, amor?, responde, por favor....

    Hanako miraba al cielo, desesperada, sus ojos derramaban lágrimas de inquietud, y ya no importaba la historia, ni su vida, ni el destino del Imperio...únicamente importaban aquellos ojos oscuros, rasgados, bajo negras cejas que una vez la miraron con adoración. Takeshi....
    El viento soplaba con furia en la estancia de la tranquilidad, removiendo hojas de sakura, de enredaderas, de polvo de invierno, atrapando la esencia del momento para la historia de los hombres, de Hanako...
    Su sombra fue un suspiro desapareciendo bajo la luz del sol ocultandose tras los muros del palacio.  Unos brazos fuertes y cálidos alcanzaron su cintura, la apretaron contra un cuerpo firme y unos labios susurraron a su oído:

    -Sígueme...Hanako-san...
    Hanako dejó que su corazón hablara por ella y respondió:
    -Como la flor al último rayo del sol, Takeshi-san...
    Y de sus labios escapó un suspiro.

RAN : Caos, miseria.
KAZE : Viento.
HANAKO : Niña flor.
CHANOYU : Ceremonia del té.
KAZUO : Hombre de paz.
TAIFÛ : Tifón.

TAKESHI : Hombre fuerte

Nota de la autora: con esta serie de relatos intento seguir fielmente los hechos históricos pertenecientes a la era Sengoku; no obstante, me he permitido ciertas licencias, como el nombre de la katana de Ashikaga, para darle continuidad al relato junto con mi admiración hacia el arma, o mejor, el "alma" del samurái.
Ashikaga existió realmente, pero Taifû es pura invención.

Haiku: Matsuo Bashô
Traducción: Francisco Fernández Villalba


Este relato es propiedad de su autora y está protegido

domingo, 21 de marzo de 2010

RAN. Capítulo I. "SENSHI" 戦士 La Flor y el Soldado




Nani o motomeru
Kaze no naka yuku


Qué pretendo encontrar
Internandome en el viento







KYOTO, Japón, 1466



La Era Sengoku resultó ser tan convulsa y terrible, tan extremadamente violenta, que, bajo un manto de vergüenza, los dioses quisieron ignorarla, olvidarla, sin querer sentir el vínculo de unión con los forjadores de su inicio, mucho menos con la traición que forzadamente se vieron obligados a cometer, abandonando a hombres y soldados, campesinos y gobernadores, infidelidades e injusticias, importando únicamente la supervivencia del Imperio.
Ônin, la gran guerra, apenas había comenzado...

La vida en el palacio del shogún  Ashikaga Yoshimasa  transcurría plácidamente, en un transcurso lánguido del tiempo, con pasos suaves como los de las concubinas que iban y venían a lo largo de las suntuosas estancias, de los jardines plagados de magnolios, buganvillias y cerezos.
La armonía se palpaba en cualquier rincón de la imponente fortaleza, pero detrás de sus muros de protección, el mundo se hallaba inmerso en una marea de caos, destrucción y miseria.
Y de todo ello, el shogunato permanecía impasible.

El shogún Ashikaga vivía a espaldas de su país y de la realidad que reinaba tras las grandes puertas del palacio; él ya no gobernaba a su pueblo, ya no; en aquellos momentos disfrutaba del cha-no-yu, la ceremonia del té, en cuyo ritual se perdía largos momentos, gozando de los sinuosos movimientos de preparación de las hojas de la planta venerada por los antepasados del país,  llevados a cabo por su concubina favorita, Hanako, la más hermosa de las mujeres del Imperio del Sol Naciente, rayo de luz que iluminaba sus días y sus noches.

Hanako dispuso los materiales para la ceremonia, puso el agua al punto de ebullición y dejó escapar un suspiro de sus labios, meditando y consagrándose a la ceremonia, en cuerpo, mente y alma, como dicta la tradición desde tiempos inmemoriales. Sus manos cortaban el aire en un vuelo sincronizado manipulando los objetos a su alcance, en una danza antigua de comunión con los elementos, agua, aire, tierra y fuego, unidos en un simbolismo eterno. Pero el shogún no era la única persona que observaba, fascinado, sus movimientos; otro par de ojos se abrían paso en la oscuridad de la estancia contigua, los ojos del samurái Takeshi, ojos rendidos de admiración por la belleza de los movimientos de manos tan finas y por la hermosura del rostro de la propietaria de esas manos delicadas de porcelana. Él suspiraba por esas manos, por su dulce y suave contacto, en su cara, en su pecho, en lo más profundo de su corazón.
El soldado dio media vuelta, incapaz de seguir soportando la visión de la mujer que le había robado el alma, la intocable, la favorita de su dueño y señor, al que debía respeto y lealtad hasta el fin de sus días.

Hanako proseguía con la sagrada ceremonia. Imperceptiblemente, sus labios se transformaron, de una seriedad concentrada, a una media sonrisa que no era más que el reflejo de la alegría nacida en su corazón; había visto a Takeshi en la oscuridad, percibió su presencia, la imponente figura del hombre al que hacía tiempo había entregado sus pensamientos y su alma; el samurái fuerte y respetuoso con el que cruzó su mirada una mañana de invierno en los jardines de la estancia kiyoshi, el día en que su destino cambió para siempre.

Ese día el sol del imperio brillaba con una fuerza inusitada para la estación invernal, aún así el frío mostraba su presencia en todos los rincones de la estancia; el rocío helado dejaba huellas en las flores y plantas que adornaban el recinto, pero Hanako dejó de sentir al invierno cuando Takeshi invadió su intimidad sin pretenderlo; en ese instante sintió aún más el calor del sol, bajo los pliegues de su kimono de seda, instalándose la primavera en su interior. Takeshi se detuvo en un movimiento de respeto y la saludó con una profunda reverencia, doblando la cintura en el ángulo que le permitía la katana ajustada a su cuerpo.
Hanako abandonó su asiento y devolvió el saludo con una inclinación de cabeza y sonrió.
Takeshi, azorado por haberla interrumpido se disculpó:
-Hanako-san, por favor, perdonad a este vuestro humilde servidor por tener la osadía de interrumpir vuestros pensamientos.-
Hanako reprimió la risa escondiendo sus labios con la mano.
-No necesitáis disculparos, os agradezco la interrupción, mis pensamientos a veces se adueñan de mis obligaciones. ¿Cuál es vuestro nombre?, si no os molesta decírmelo.- Hanako se arrepintió al instante de formular la pregunta, era muy atrevida en las circunstancias en que se encontraban.
El samurái respondió:
-Mi nombre es Takeshi, señora, para serviros y protegeros en esta vida y en la otra, llegado el momento.
-Hajimemashite, Takeshi-san, -susurró Hanako, ruborizándose y reprimiendo una nueva sonrisa que asomaba a su boca.

Las miradas de ambos se cruzaron un sólo segundo, un segundo eterno en el tiempo y en el espacio. Los ojos penetrantes del guerrero se fundieron con los negros ojos rasgados de la concubina, encontrando un nexo de unión, un vínculo que los mantendría unidos para siempre. Pero ninguno de los dos fue consciente de ello; el sentimiento que nació en ese instante debería permanecer oculto en espera de un cambio en el futuro, cambio que nadie, ni siquiera los dioses, sabían si se produciría algún día.

Desde ese día de invierno, Takeshi sintió por la hermosa concubina lo que jamás había sentido antes, entregandole toda su vida y la protección de sus armas, Jigoku, su katana, y Sora, su wakizashi, jurando ante el altar de sus antepasados que no permitiría que nadie la dañara mientras a él le quedara un soplo de vida.

Hanako no pudo dormir esa noche; inquieta, llamó a Hoshi, su fiel sirvienta y confidente en momentos de necesidad.
-Hoshi, no entiendo qué es lo que me ocurre, qué es este nudo que siento en el estómago, y no entiendo el rápido latido de mi corazón-. Hanako se retorcía las pequeñas manos, nerviosa.
-¿Es un nudo lo que sentís, no serán, quizás, revoloteo de mariposas?. ¿No entendéis el latido de vuestro corazón, reflejo de la ansiedad por volver a ver a cierto soldado?. Perdonad mi atrevimiento, señora, pero para mí, está claro como un cielo sin nubes...- respondió la fiel sirvienta, con la confianza que le proporcionaban los años de servicio bajo las órdenes de la favorita del shogún.
Hanako suspiró, abatida. No sabía si sus sentimientos eran correspondidos. De todas formas debía renunciar a ese calor nacido en su corazón, no podía, no debía traicionar a su señor. Pero el deber no le impedía sentir...lo que sentía por Takeshi, y por más que rezara a los dioses pidiendo ayuda, no podía evitarlo.

Al amanecer, Hanako se despertó sobresaltada por los ruidos provenientes de la sala de audiencias del shogún, muy cercana a su estancia. Se arrastró sobre la cama, cansada, después de haber pasado una noche terrible poniendo en orden sus pensamientos y analizando el nuevo sentimiento que había anidado en su corazón. Los ruidos iban haciéndose cada vez más fuertes, creciendo en volumen e intensidad, rompiendo el silencio que siempre reinaba a aquellas horas tan tempranas.
Se calzó sus confortables zori, se ajustó el suave kimono y cruzó las puertas que la separaban del ruido que iba elevándose cada vez más.
Algo ocurría en el exterior, algo que escapaba a su control, pero no así a su entendimiento.
Abrió su corazón y se dispuso a escuchar y a comprender... los pétalos de la flor más bella de Oriente se abrían bajo la luz de un nuevo sol incierto..





RAN : Caos, miseria.
SENSHI 戦士 : Soldado, guerrero.

SENGOKU : Período en la historia de Japón.
SHOGÚN : Gobernador de Japón.
CHA-NO-YU : Ceremonia del té.
SAMURÁI : Soldado, guerrero al servicio de un señor feudal (daimyo) o del shogún (gobernador de Japón).
HANAKO : Hana, flor; Ko, niña: "Niña Flor".
TAKESHI : Hombre Fuerte.
KIYOSHI : Tranquilidad.
SAN : Tratamiento de respeto y cortesía, se emplea seguido del nombre; equivale a "señor", "señora" en español.
HAJIMEMASHITE : "Me da mucho gusto conocerlo".
KATANA : Sable largo del samurái.
JIGOKU : Infierno.
SORA : Cielo.
WAKIZASHI : Espada corta del samurái.
HOSHI : Estrella.
ZORI : Sandalias bajas, hechas de algodón y cuero.
KIMONO : (着物) es el vestido tradicional japonés, que fue la prenda de uso común hasta los primeros años de la posguerra. El término japonés mono significa "cosa" y ki proviene de kiru, "llevar".

Nota de la autora: El Período Sengoku (戦国時代, Sengoku jidai, literalmente, "periodo de los estados en guerra" o "país en guerra") es un período muy largo en la guerra civil de la historia de Japón. Comenzó a finales del período Muromachi en 1467 con la guerra de Ônin (la guerra duró de 1467 a 1478) hasta la era Azuchi-Momoyama, la paz final, y el orden no llegaría hasta 1615, en el periodo Edo.

Haiku: Taneda Santôka.
Traducción: Vicente Haya, Hiroko Tsuki.


Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

miércoles, 10 de marzo de 2010

AKUMA-CHÔ





Shirageshi ni
Hane mogu chô no
Katami kana

A una amapola
Deja sus alas una mariposa
Como recuerdo








Achiko se desprendió de su kimono fuyu, lentamente, deshojando su cuerpo de la seda, como una flor deja caer sus pétalos, sabiendo que la miraba el desconocido que la seguía desde hacía tres noches de luna llena, sin descanso y sin tregua, sin decirle una sola palabra, tan sólo ofreciéndole su mirada llena de un sentimiento que no lograba definir ni averiguar su causa.

Siguió con el ritual y acarició con sus finos dedos el cuello rojo de su ropa interior, símbolo de su madurez marcado por la ceremonia del Erikae, su paso a un mundo de esplendor en el que ahora sería mimada y respetada. Su shikomi  la ayudó a desprenderse del obi, susurrándole suaves palabras de admiración en el viejo dialecto de Kyoto, propio de la corte imperial, tan elegante y refinado que apenas podía entenderlo debido a sus humildes orígenes, aún debía enfrentarse a muchas horas de estudio.

Giró su blanco cuello marcado en "uve" por el oshiroi, el maquillaje de las artes y máscara para un rostro de porcelana, fino y joven, rasgando aún más sus oscuros ojos. Miró a través del espejo de la sombría habitación y volvió a verlo allí, quieto, el desconocido que la admiraba más allá del espacio que los separaba.


Se preguntó, como ya lo había hecho otras veces antes, quién sería ese hombre y qué era lo que buscaba en ella que tanto la miraba. Fijó sus ojos en los suyos y recordó, de pronto, una escena de su infancia.

-Achiko, a ver si puedes coger la pelota, va para tí!. Achiko se movió tímidamente, avergonzada.
-No puedo alcanzarla, ¡me da miedo!- respondió, sintiéndose aún peor de lo que ya se había sentido antes de comenzar el juego.
-Eres una foca, fea y gorda-, le recriminó con furia Miyako, la niña preciosa de cabellos largos y largas pestañas, pavoneándose frente a ella. -No puedes ir tras la pelota porque tu peso no te permite mover tus piernas, ay, por los kami, vete a casa y déjanos jugar de verdad, ¡esconde tu fea cara y no molestes más!

Achiko suspiró y retuvo una lágrima a duras penas, con gran esfuerzo. Respiró hondo y se dió la vuelta para regresar a su hogar, donde encontraría refugio para su tristeza. Pero antes de marcharse, percibió una mirada profunda atravesándole la espalda. Teika, su querido amigo la miraba con ojos oscuros y le mostró la palma de su mano. En ella, una retorcida y peluda oruga se agitaba buscando la liberación de la tierra firme.

Achiko miró perpleja a Teika, sus ojos rasgados preguntando el significado de aquella demostración.
Y Teika acercó la mano a su rostro y le habló:
-Achiko, tú eres como esta oruga, dicen que eres fea y gorda, como ella, pero sé también que cambiarás, que serás una bella mariposa, la mariposa del diablo, fuerte, ardiente, y yo estaré contigo, cuando llegue el momento. Véte, márchate y estudia, y algún día volveremos a vernos...

Achiko dejó de soñar con su pasado en el mismo instante en que sintió el frío traspasando la estancia.
Las ventanas se abrieron con un golpe sordo y mariposas azules invadieron la habitación, pareciendo buscar sus manos, sus dedos, algunas posándose en la seda de su kimono esparcido en el suelo.
El desconocido entró,  se acercó como un susurro y se pegó a su espalda. Besó la "uve" de su fino y blanco cuello y le dijo al oído:
-Soy yo, Teika, y tú eres mi mariposa...


Relato dedicado a Noa -Trazos de mariposa-,  siempre animándome para publicar estos pequeños cuentos, la más grande mariposa y excelente escritora.

AKUMA-CHÔ : Mariposa Diablo
FUYU : Invierno
ERIKAE : "Doblarse el cuello", ceremonia que marca el paso de Maiko (aprendiz), a Geisha.
SHIKOMI : Primera fase en el aprendizaje de Geisha, antes de ser Maiko (dura unos pocos meses). La Shikomi sirve a sus hermanas Maikos y Geishas, atendiéndolas en sus necesidades y encargándose de las tareas de la Okiya -casa de Geishas-.

OBI : Cinturón del kimono, largo para las Maiko, corto para las Geishas. Se anuda en la espalda y se necesita una persona para ajustarlo y después desanudarlo, pues consta de muchos metros de seda rígida.
DIALECTO DE KYOTO : Dialecto del japonés propio de la ciudad de Kyoto; es un dialecto hablado antiguamente en la corte del emperador, y, en la actualidad, se obliga a todas las aprendices de Geisha a hablarlo, por su refinamiento y elegancia.
OSHIROI : Maquillaje blanco de las Maiko, cubre el rostro y el torso,  dejando una marca en el cuello en forma de "uve" o de tridente, según la ocasión, lo que les otorga un gran atractivo a los ojos de los hombres.
KAMI : Dioses shintoístas.


Haiku de Matsuo Bashô
Traducción de Antonio Cabezas.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido

domingo, 7 de marzo de 2010

NANTONAKU


Hajime yori
Au wa wakare to
Kikinagara
Atkasuki shirade
Hito o koikeri


Hace mucho tiempo
Aunque sabía que encontrarnos
Sólo podía significar separarnos
Aún así me entregué a tí
Sin pensar en el amanecer

(La última concubina. Lesley Downer)





De alguna forma, sea como sea, te encontraré...

La dejó ir como el viento aliado de otoño deja ir las hojas de sakura, suavemente, livianamente, rozando apenas su mano, dejando atrás sus labios, su boca fresca, madura, joven y tierna, depositando en su pequeña mano unos menukis, una joya de familia, un adorno para la katana del soldado, que entregaba a la que eligió por esposa, continuidad de generaciones representando la luna y las estrellas.
Un intervalo de tiempo deseando unirse en una nueva eternidad, pero la historia era una temible rival, una indeseada enemiga.
Las miradas se cruzaron y se retaron a encontrarse de nuevo, en otro tiempo y en otro lugar...nantonaku, sea como sea, juro que te buscaré y te encontraré.

El soldado abandonó a la mujer para servir al clan Ageha-cho, siguiendo el vuelo de Kamon, la mariposa de alas rojas, el espíritu y la fuerza de la familia que lo preparó para la gloria y el triunfo en la guerra, pero él no deseaba el conflicto, no quería más batallas, sólo deseaba la vida entre el cálido abrazo de su amada y la paz que le era negada en ese tiempo y en ese lugar.

El deseo se hizo fuerte, extremadamente violento, como el impacto de los sables en la contienda, alcanzando el centro mismo de la evolución en torno a su vida y al clan al que debía lealtad.
Cerró los ojos y suspiró, deseando encontrarse en otro lugar y en otro tiempo.
Nantonaku...en otro tiempo, sea como sea...

El tiempo, el amigo al que llamó en su desesperación, acudió a su encuentro y lo envolvió en un manto oscuro y liberador, girando a su alrededor, haciendo volar las horas, los minutos, y los años, haciendo desaparecer, como en un suspiro, la era Kamakura, viajando hacia el futuro, sintiendo un nuevo calor desconocido y abrasador.
Respiró fuertemente, con furia, como si quisiera absorver todo el aire del Universo antes que se agotara, y abrió los ojos, parpadeó y fijó la mirada.

Todo le era desconocido.
Todo menos la mujer que le miraba desde la distancia, al otro lado de la calle, cerca, muy cerca, pero lejana en su tiempo.
Volvió a cerrar los ojos, recordando su rostro, su piel, sus labios...era ella, era ella...nantonaku...

Se aproximó tímidamente y le mostró los menukis que guardaba en su mano.
Ella se asustó y retrocedió, pero recordó que portaba en uno de sus bolsillos algo parecido. Buscó con su mano hasta encontrar la joya cuyo significado no lograba entender hasta entonces. La apretó con su pequeña mano y se la mostró al desconocido.
Los dos alzaron la mirada y susurraron: "nantonaku"... en este tiempo y en este lugar...


NANTONAKU : De alguna forma, sea como sea.
SAKURA : Cerezo.
MENUKIS : Aplicaciones metálicas ornamentales en los laterales del mango de la katana -Tsuka-, considerados amuletos, están en contacto con los dedos del samurái y son muchas veces una joya de familia.
AGEHA-CHO : Clan Taira.
KAMON : Emblema, en este caso es la mariposa (Chô)  roja del clan Taira.

Nota de la autora: Taira o Hira en la actualidad (平) es un nombre de un Clan japonés.
En referencia a la historia de Japón, junto con el clan Minamoto, Taira era un nombre de clan hereditario concedido por los emperadores del período Heian a ciertos ex-miembros de la familia imperial.
Los Taira (Hira) fueron uno de los cuatro clanes importantes que dominaron la política Japonesa en el período Heian (794-1185)- los otros fueron los Fujiwara, los Tachibana, y los Minamoto.
El período Kamakura es considerado como el principio de la edad media en Japón. Este periodo da comienzo en 1185 con la llegada al poder de la familia Miyamoto, y termina en 1333 cuando Ashikaga Takauji tomo el poder.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido.