O-KAERI NASAI

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viernes, 26 de junio de 2009

HAKKIRI





Kaze no
Mei-an
O tadoru

Voy siguiendo la luminosidad
y la oscuridad del viento





El cielo se oscureció tempranamente como todos los días de invierno, atrapando la luz y sellando la entrada a la cueva oscura y profunda donde habitaba la Majo, la más sabia, antigua, y poderosa bruja de Hokkaido, joven en apariencia, vieja en conocimientos sobre el mundo, la vida, los sentimientos, el espacio y el tiempo, recluida en su soledad y en la cárcel de su cueva, el santuario de una mujer dividida entre sus conjuros y profecías.

Se arrodilló en mitad del frío entorno de piedra y elevó una plegaria al cielo, a su dios particular del inframundo oculto en las tinieblas. Sintió la descarga de energía al obligar a su mente a adentrarse en la quinta dimensión para conectar su espíritu con el de sus antecesoras, maestras en las artes ocultas, rodeada de sus fantasmas penitentes y errantes.

En estado de trance mágico, deteniendo el curso del tiempo, se elevó en el espacio como humo al viento y dirigió su mirada al espejo encantado de la vida y la muerte, mirándose furtivamente en él y se vio eterna... su larga cabellera negra flotando alrededor de su blanco rostro, cual serpientes vivas en la cabeza de Medusa, sus rasgados y oscuros ojos semejantes al corte afilado de una katana, sus labios rosados y hermosos, apretados conteniendo su furia y su poder.
Se vio inmensa en la plenitud que conduce al ocaso, y quiso dejar su legado de experiencia y sabiduría, de sus años de esplendor y gloria que aún no se habían marchitado pese a los siglos transcurridos.

Descendió al frío suelo y abandonó su estado mágico de conexión espiritual para tornar a la realidad y encaminó sus pasos a la marmita donde creaba sus pócimas y recitaba sus conjuros. Respiró su contenido, aspiró su fragante aroma y sintió cómo el antiguo poder de adivinación llegaba instalándose hasta sus entrañas, poder otorgado por sus maestras y madres, pero dudó si aún podía llegar a ser útil por los muchos años en que no había sido utilizado.

Consciente de su reflejo hermoso y etéreo en el ardiente contenido pleno de poder, añadió un rabo de lagartija, escamas de dragón chino, un ala de colibrí, colmillos de serpiente arbórea y ramas de romero a partes iguales. Esperó la conjunción de los elementos, su fusión y la condensación de los vapores. Los efluvios surgidos de la unión de diferentes vidas ascendieron oscilantes hacia el cielo abierto, a través de las grietas ocultas de las paredes de piedra, sin obstáculos en su camino, con un color púrpura encendido y llameante.

En poco tiempo, largas figuras se vislumbraron a través del humo, y supo que el poder había llegado, traspasándola como la hoja de un cuchillo, doblegándola y partiéndola en dos. El Infinito era suyo y la grandeza de lo que adivinaba llenó su espacio como un torrente de vida, arrastrando todo cuanto encontraba a su paso, pensamiento y sentimiento, dejando una semilla de visión de un futuro no muy lejano.

Vio que los tiempos no eran buenos, sequía y hambre se avecinaban. Lo mejor de los hombres se perdería a menos que un héroe surgiera de entre las tinieblas para equilibrar la tensión entre el Bien y el Mal, detener la lucha entre Estrellas, la Luz y la Oscuridad, el Sol y la Luna. Debía invocar a la madre Luna para que enviara a Funbetsu, el Soldado de la Noche, y detener al dragón Hinode, la esencia del dios Sol, enfadado con la raza humana, deseoso de llevar a cabo su exterminación en la Tierra.

La Majo suspiró con fuerza y rebeldía, sabía y conocía lo que vendría en los siglos venideros, pero no podía revelar el destino del mundo. A nadie, ni siquiera al Emperador. Sintió un escalofrío que la hizo temblar de pies a cabeza, pero no abriría las puertas a la Verdad, pues no es conveniente para los hombres conocer su futuro próximo.

El conocimiento sobre el futuro no deja margen de elección, condiciona las decisiones y provoca el caos ante la posibilidad de interrumpir y cambiar la línea del Tiempo, trastoca las posiciones establecidas por la Madre Naturaleza y otorga un giro inesperado y desconocido a lo que debe ser y ocurrir.

La Majo, la bruja Hakkiri, la que siempre dijo las cosas con claridad, decidió callar, guardarse para sí lo que la magia le reveló, manteniendo seguro lo que conoció antes de que llegara a suceder, dejando el futuro en manos de la decisión de los hombres y de los astros que regían su destino. Se aseguró la continuidad del Tiempo, del devenir de las cosas, procurando que los sucesos llegaran limpios y sin interferencias, esperando que el siguiente amanecer naciera intocable y puro en su esencia, como debía ser.
Como siempre había de ser...

Lo maravilloso de vivir, pensó, es que no podemos saber cuándo llegará el final.

"Hombres, seguid vuestro camino que yo seguiré el mío. Perseguid vuestro sueño como yo perseguiré el mío.
Vivid la vida como si no hubiera un nuevo amanecer.
Aceptad el Amor que se os ofrezca como si fuera el único y el último.
Sólo así llegará la felicidad, aunque sea efímera.
Sólo así daréis sentido a vuestras vidas.
Acoged cada nuevo día como un regalo y disfrutadlo, gozad de él, y no pidáis nada más, pues nada más os será concedido.
Alimentad la llama que os dé calor y aprended de vuestros errores.
Esperad la Muerte como un tránsito a una vida mejor, y dejad una huella que os recuerde..."

La bruja cerró los ojos y se envolvió en su kimono.
Percibió la Vida que continuaba latiendo...
...Como debía ser, y como siempre había de ser...

HAKKIRI : Decir las cosas con claridad
MAJO : Bruja
HOKKAIDO : Isla de Japón
KATANA : Sable largo japonés
FUNBETSU : Juicio, sensatez
HINODE : Amanecer



Este relato es propiedad de su autora y está protegido

domingo, 21 de junio de 2009

TOKKÔTAI



Suga suga shi
Bofu no ato ni
Tsuki kiyo shi
Renovadora
Después de la violenta tormenta
Sube la luna radiante

(Haiku del vicealmirante Ônishi para su amigo Rin Masutani)



El Zero se elevó majestuosamente en el aire, con un ruido de motores embriagador de gloria, meciéndose en las vertiginosas corrientes del Viento Divino del Pacífico, el Kamikaze amigo alzándole sobre las oscuras olas del mar y el viento enemigo guiándole a la eternidad con su inminente destrucción, estallando en otro mar, de acero y hierros retorcidos, el espacio abierto al sol, la bola de fuego en la última visión del mundo en guerra y del honor de un pueblo, el recuerdo a la familia y la oscuridad en la cabina del caza...

Masutani envolvió sus últimos instantes alrededor del recuerdo de su iniciación en el Shinpû Tokubetsu Kôgeki Tai, la Unidad Especial de Ataque Shinpû, la más honorable, la Madre de la lucha contra el enemigo americano y diosa del más alto honor y sacrificio. A ella y a los suyos entregaría su vida en ese momento, con orgullo de Patria ya derrotada pero firme en sus sentimientos y convicciones.

Recordó su juramento de entrega al Imperio, con ansia de enfrentarse con coraje y valentía, con la rabia de donar lo más precioso que poseía, su propia vida, para alcanzar en segundos, la gloria y la fama prometidas.
Quedaba poco tiempo y continuó recordando...
Quería convertirse en Eirei, uno más entre los Espíritus Guardianes de su país, consagrándose en el templo Yasukuni, la meta de un alma deseosa de servir al Emperador, para cohabitar con los más grandes dioses del Japón.

"El Espíritu de Tokkôtai corre por la sangre de todo japonés. Es un honor dar la vida por el Imperio del Sol Naciente, por su gente y su Tradición. El Ataque Especial lo es porque acaba con el piloto y con el enemigo, siguiendo una danza triunfal de muerte y victoria."

Volvió a recordar el momento en que le fue entregada la bandera con el Sol Naciente, símbolo del Amanecer, del astro que nace para dar vida, insignia de la flota naval japonesa. Cerró los ojos para ser consciente de los rayos rojos de luz y de su calor. Curiosamente, sintió ese mismo calor en el sol del Pacífico, y por un instante pensó que dos enemigos no podían tener el mismo sol, puesto que el sol era único y por tanto, hombres diferentes, sintiendo un mismo sol, no podían más que ser hermanos y amigos.
Pero todo estaba ya decidido y seguía su curso...
Conservaba a su lado la katana que acompañaba su último viaje y la acarició sintiendo su fuerza. Su estómago sintió otro calor diferente, el de la última copa de sake apurada antes de la partida.
Tocó la banda del Sol Naciente que cubría su frente y que se cruzaba fuertemente con la Senninbari, la "cinta de mil puntadas", cada una de ellas tejida por una mujer, mil mujeres, mil llantos y mil reproches, mil lamentos y mil honores.

Recordó su propio Jisei no ku, el poema intenso y propio que lo conduciría a la muerte, tradición de los guerreros samurái antes de la honorable comisión del Seppuku. Junto a él, unió las plegarias de su familia y las selló con su última y póstuma condecoración militar.

Masutani maniobró sobre el eje del caza en un giro sin retorno y enfiló el cuerpo metálico de la aeronave en dirección al portaaviones enemigo. Pronunció los diferentes nombres de Tokkôtai, despacio, sintiendo su honorable presencia y su fuerza...

Shikishima...
Yamato...
Asahi...
Yamazakura...

El ligero caza descendió a una velocidad imparable hasta volar a ras de la superficie del mar, evitando así al radar enemigo. Ascendió mínimamente hasta que alcanzó su objetivo en el punto de mira. Eligió el elevador principal del buque, seguro y convencido de su vulnerabilidad, burló a la Gran Manta Azul y se lanzó en picado...

El Fuego y el Viento, el Infierno y el Cielo, lo condujeron a la Gloria...


TOKKÔTAI : Abreviación de Shinpû Tokubetsu Kôgeki Tai (Unidad Especial de Ataque Shinpû), conocida en occidente como Kamikazes, pilotos suicidas japoneses surgidos durante la 2ª Guerra Mundial.
ZERO : Caza, avión ligero japonés
KAMIKAZE : "Viento Divino"
EIREI : Espíritu Guardián
YASUKUNI : Templo donde se consagraban los Tokkôtai, único templo del país que visita el Emperador del Japón
KATANA : Espada japonesa
SAKE : Licor obtenido de la destilación del arroz, bebida popular en Japón
SENNINBARI : Cinta de honor de mil puntadas que los pilotos suicidas enlazaban con la bandera del Sol Naciente, compuesta con las puntadas de mil mujeres
JISEI NO KU : Poema propio y particular compuesto por una persona y que le ha de conducir a la muerte, siguiendo una costumbre de los antiguos guerreros samurái antes de cometer Seppuku
SEPUKKU : Ceremonia del suicidio ritual, conocida en occidente como Harakkiri
SHIKISHIMA : Nombre de uno de los grupos de Tokkôtai, es el nombre poético de Japón
YAMATO : Nombre de uno de los grupos de Tokkôtai, nombre antiguo de Japón
ASAHI : Nombre de uno de los grupos de Tokkôtai, significa "sol de mañana"
YAMAZAKURA : Nombre de uno de los grupos de Tokkôtai, significa "Sakura (flor de cerezo) de montaña"
GRAN MANTA AZUL : Patrullas aéreas alrededor de la flota aliada para defenderla de los ataques suicidas

Nota de la autora: Los pilotos japoneses suicidas surgidos durante la 2ª Guerra Mundial son conocidos como "Kamikazes", pero es una lectura equivocada del tipo Kun'yomi por parte de los traductores estadounidenses de los kanji "dios" y "viento", cuando su pronunciación correcta debería ser del tipo On'yomi y pronunciado como "shinpû". El empleo de la palabra "kamikaze" se propagó fuera de Japón y fue aceptada mundialmente como válida, aunque en el país, a estos pilotos suicidas se les conocía como Tokkôtai (Unidad de Ataque Especial Shinpû).
En Japón, la palabra "Kamikaze" (Viento Divino), hace referencia al tifón que asoló las costas japonesas en los años 1274 y 1281, sobre todo a éste último, y que arrasó a las fuerzas invasoras de Mongolia que intentaban conquistar Japón. Los japoneses, pues, consideraron que el "viento divino" fue enviado por los dioses para protegerlos.


Este relato es propiedad de su autora y está protegido

lunes, 15 de junio de 2009

NAKAMA




Hitomemishi
Hitoni kourako
Amasarashi
Furikuru yukino
Kinubeku omou


Desde el primer encuentro
¡tanto te amo!
La nieve cae y se derrite
Se extingue mi alma






"Estréchame fuerte entre tus brazos, bésame en los labios, prométeme que soñarás conmigo, y cuando te marches, no vuelvas la vista atrás."

Caminaron juntos sin volver a mirarse, pues las miradas no eran ya necesarias. El vínculo terrenal desaparecía quedando su unión frente al cielo como único lazo que fusionaba sus vidas.
Caminaron juntos, estrechando el espacio entre sus cuerpos a cada paso, rozándose las manos, los alientos, sintiendo en cada pliegue de su ser físico la caricia, suave, infinita y entregada del amor.

Caminaron juntos sus pasos, huellas del pasado compartido, unas veces tú, otras veces yo, para alcanzar un "nosotros", el círculo perfecto e indestructible, fortaleza inexpugnable atrapando a dos constructores de un mundo diferente.

Estamos aquí y ahora, juntos todavía, saboreando los últimos minutos, perdida la mitad, perdida el alma, el compañero de viaje, perdida la felicidad plena, abundante en frutos prohibidos, cercanos a un tiempo.

Los pasos seguían caminando juntos, las manos continuaban su eterno roce, las miradas se hallaban perdidas y ausentes, las huellas deseaban unirse en una sola.

Se detuvieron sintiendo el último instante compartido. Se miraron por última vez y promesas de un te amo por siempre y para siempre asomaron en sus ojos oscuros, rasgados en la línea lejana del horizonte, azul, oscura e indefinida en sus límites.

Él miró a la flor de su jardín, el sauce de fuerte raíz arraigado en su vida, su alma y su corazón, bajó la mirada hasta su cintura, esbelta, flexible y poderosa, cuna de vida, y la mujer, bajo su tierna mirada, extrajo de ella su naginata, la matriarca protectora del hogar y la familia.
Ella la miró largamente alzándola para vislumbrar su brillo cegador a la luz del sol, y la vió, pura y etérea, luminosa y mortalmente afilada, capaz de cortar cuerpo, pensamiento y voluntad.

Besó el filo acerado y susurró una plegaria ancestral augurándole un buen destino a su compañero, el portador de su felicidad, el que la colmó de vida y alegría, y deseó un final justo para el guardián de sus sueños, el hombre al que se unió y que en ese instante debía alejarse de su vida, abriendo el camino oscuro, tenebroso y cruel de la desolación.

Permitió a su corazón estancarse en sus intensas emociones, en aquel momento de sublime tristeza en que una decisión ajena cambió sus vidas para siempre.

"Nakama, mi fiel compañero, prolongación de mi vida y mi canción.
A tí, mi vida sincera, mis huellas en la playa, mis abrazos nocturnos y mi entero mundo espiritual, a tí dedico mis últimos pensamientos, oscuros pero coherentes.
A tí brindo el último giro fugaz de mi sable.
Por tí suspiro a los vientos que encuentres descanso en tu viaje.
Por tí mi espada dará protección a nuestro mundo.
Para que tú y yo vivamos por siempre a través de nuestra más pura esencia inmaculada, los hijos que la diosa Fortuna nos entregó.
Por tí, mi amor, muero hoy contigo para vivir en nuestro cielo juntos mañana."

Y él hizo lo que ella deseaba, la estrechó entre sus brazos acunándola en el silencio de la mañana mientras lágrimas caían de sus ojos en gotas de amor sobre sus hombros abatidos.
La miró con un sentimiento intenso de pesar y dolor, de abandono y resignación, y la besó en sus pequeños labios aún jóvenes y cálidos.
Le prometió en un susurro emocionado que soñaría con ella hasta el último minuto de su vida y, cuando llegó la hora de la partida, se separó de ella y siguió a su destino...
...Y no volvió la vista atrás.


NAKAMA : Compañero
NAGINATA : Pequeña espada (cayado) de hoja curva que las mujeres utilizaban para proteger el hogar y la familia, equivalente a la katana del samurái


Nota de la autora: este relato es un homenaje a las mujeres samurái, las esposas de los guerreros feudales. Ciertamente, utilizaban la naginata para defender su hogar y su familia, incluso iban más allá, pues su lealtad hacia sus hombres las llevaban a suicidarse para que sus esposos afrontaran el combate sin ataduras emocionales.
La mujer samurái más famosa fue Masako, viuda de Minamoto Yoritomo, que gobernó Japón con mano de hierro en el s. XIII, y fue conocida como "la Monja Shogún".


Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

martes, 9 de junio de 2009

EL TEMPLO DEL DRAGÓN DEL SOL





Tera fukaku
Take kiru oto ya
Yûshigure




En los confines del templo
se oye cortar bambú
lluvia fina en la noche







El temblor se sintió en la montaña, a lo largo del valle de las Tinieblas y penetró profundamente en todos los rincones del país Zensei.
Hinode, el Hijo del Sol, estaba furioso y maldecía a los cuatro vientos, llamando a la destrucción y el caos.
El templo se desmoronaba a cada minuto que la bestia bramaba y escupía el fuego del astro rey, lanzando humo negro y denso, oscuro como el odio que sentía en esos instantes hacia la insensatez de los hombres.

Invocó a los dioses del Imperio para pedir ayuda y así aplacar su enfado, mas no podía dejar de pensar que sólo una desgracia se abatiría sobre aquellos infelices que habían despertado su ira y la del Universo Astral. Las pasiones incontroladas habían llevado al límite la paciencia del dios Sol y su esencia en la Tierra, Hinode, el Dragón, fue llamado a combatir la ignominia de los hombres.

El temblor se hizo más fuerte y la tierra se resquebrajó de norte a sur, engullendo a todo ser vivo, alimentándose de todo cuanto se hallaba en su superficie. Los gritos de súplica de los hombres por una intervención misericordiosa del dios Sol, eran contínuamente desoídos por la brillante divinidad.

La oscuridad empezó a cubrir el cielo, las nubes se apresuraban rápidamente a unirse en una gran masa de niebla fría, prestas a descargar su furia demoledora en forma de lluvia torrencial. Los hombres corrían despavoridos buscando refugio en un intento inútil de proteger sus vidas, cargando entre sus brazos las pocas posesiones que les quedaban intactas.

Todo en vano. Todo estaba ya juzgado y sentenciado.

Un aterrador relámpago iluminó con su haz de luz el horizonte lejano, y del vasto y profundo lago Reisei, surgió la voz y el grito de la desesperación más intensa y conmovedora que jamás se escuchó.
Lamento y llanto confundiéndose con trueno y relámpago, destino final de una raza soberbia y oscura, traidora a su esencia y pavorosamente infiel a sus creencias y a las antiguas tradiciones que les fueron dadas en la noche de los tiempos por los Maestros, los antepasados de un pueblo glorioso que había olvidado lo vivido, el pasado, y se había olvidado de vivir el presente, desdeñando el futuro que aún quedaba por venir.

En mitad del caos, dueño y señor del lugar, entre las formas oscuras del cielo, un potente y cegador rayo de luna creciente empezó a abrir un camino de luz obligando a las nubes a retroceder a su paso. El desafío entre estrellas daba comienzo enfrentándose en duro combate, rayos encontrándose cual choque entre espadas, sin tregua, sin piedad, sin miedos.

La Luna envió a su mensajero a través de la negrura y el dolor reinantes, atravesando las puertas derruídas del Templo, el frío Soldado de la Noche, blanco estelar, montando un caballo alado pálido como la nieve, sobre un camino de hielo y escarcha, guerrero defensor de la Vida, destructor del fuego eterno, aliado de la Tierra...

...Su nombre era Funbetsu, y la Esperanza iba tras él...

ZENSEI : Máxima prosperidad
HINODE : El Amanecer
REISEI : Calma, Serenidad

FUNBETSU : Juicio, Sensatez

Este relato es propiedad de su autora y está protegido