O-KAERI NASAI

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viernes, 11 de diciembre de 2009

KOI SURU







Ki ga areba
Me mo kuchi kodo
Mi mono wo iu

Cuando el deseo llega
Los ojos pueden hablar mucho más
Que la boca






El amor, cuántas veces pensó en el amor...
Aún se ruboriza al pensar en el deseo que la inunda, el deseo de sentir manos ajenas recorriendo su piel. Cómo serán esas manos de otro ser, fuertes, cálidas, primitivas e invasoras.
Se despertó perezosa y estiró con fuerza las piernas rozando con suave sensualidad la tela del tatami que recogía su cuerpo. Apretó con fuerza los muslos, sintiendo una tibia calidez entre ellos, la seda de sus manos tocaron sus caderas anhelando un encuentro furtivo, un enfrentamiento de cuerpos sin control.
Se revolvió entre las ropas que cubrían su cuerpo, molestas e inoportunas. Quería mostrarse al aire, exhibirse al viento sin pudor, quería ser tocada y amada, hasta consumirse en el fuego al que en esos instantes daba la bienvenida. Quería comer del fruto prohibido...

Recordó el día en que lo vió por primera vez. Sus rasgados ojos no daban crédito al conocimiento de un rostro tan hermoso, blanco deslumbrante como la nieve cubriendo los sauces del jardín, llenos de lágrimas lánguidas, besando el suelo con su peso, arrastrándose en una tierna oración.
Le pareció que sus labios la besaban, la arrastraban a una pasión ciertamente desconocida y le pareció que esos mismos labios la atrapaban en un rezo de comunión íntima y eterna.

Se retorció sobre el tatami. Sus piernas se acariciaron lentamente la una a la otra y su pecho se agitó en cortos suspiros. Arqueó la espalda buscando aire fresco para aliviar el calor, y lo echó de menos.

Quiso tenerlo a su lado, allí, en esa habitación falta de aliento, falta de aire que había consumido su deseo. Quiso sus manos alisando los pliegues íntimos de su piel, su boca para darle el aire que le faltaba, su peso contra su pecho.

Volvió a recordarlo... Su primera mirada, sus ojos dándole la vida, clavándose en su pensamiento, grabándose a fuego. Sintió que se le iba la vida, se la llevaba el hombre con su wakizashi, cortándo su cabeza, abriéndole el vientre, arrancándo su corazón.

Oh Kami!, Ven, amor, ven a mí!

Suspiraba entrecortadamente, aspiraba el aire con fuerza, sus manos acariciaban la superficie cálida del tatami, intentando encontrar el cuerpo que tanto anhelaba, buscando, desesperada, hasta que sus manos tropezaron con otras manos...

Abrió los ojos de par en par, sobresaltada, el sudor empapaba la almohada, y su espíritu sintió una profunda tristeza.
No puede ser un sueño, los sauces no me mentirían jamás. Ellos lloraron por mí, sus ramas besaron mi rostro, el suelo de mi jardín. Ellos me prometieron que jamás volvería a estar sola, que mi vida estaría junto a él.
No puedo creer que esto sea sólo un sueño...

Y mientras volvía a recostar su cabeza para derramar lágrimas de desolación, volvió a sentir manos ajenas; manos envolviendo sus caderas, atrayéndola hacia un cuerpo joven lleno de promesas.
Las manos recorrieron su cuerpo y se detuvieron en su pecho, cerca de su corazón.
Su cara blanca como la nieve que cubría los sauces del jardín se iluminó con una tímida sonrisa.
Después de todo, no fue un sueño...

KOI SURU: enamorarse.
TATAMI: Estera que recubre el suelo.[ 畳 (たたみ) ]; (palabra que originalmente significaba "doblada y apilada"). Son un elemento tradicional muy característico de las casas japonesas. Tradicionalmente se hacían con tejido de paja, y se embalaban con ese mismo material.
WAKIZASHI: Segunda espada del samurái.
KAMI: (神, ''Kami'') es la palabra en japonés para aquellas entidades que son adoradas en el shintoísmo. Se suele traducir como "dios" o "deidad".

Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

jueves, 3 de diciembre de 2009

CHA NO YU







Shiramomo ya
Shizuku mo otosu
Mizo no iru


El melocotón blanco:
Las gotas también dejan caer
El color del agua





El agua absorve el color de las hojas de té.
Haha, mis manos tiemblan...
Escucho mil gotas de lluvia golpeando las piedras del jardín, mil gotas de agua confundidas con la hierba. Son lágrimas del cielo llorando, contemplando mi aprendizaje eterno.
Muevo mi mano paralela a la línea del horizonte, y el vaivén de mi muñeca corta el aire. Aire que acaricio y envuelvo en un cálido abrazo atrapado en la palma surcada por el ritmo de mi vida, en líneas escritas por el destino que marca mi nacimiento. Haha, tú eres culpable de ello.

Mi mano se alza en movimiento ascendente y circular; baila, sintiendo el camino. Nunca nadie supo hacerla danzar salvo las hojas de té; mi mano vuela en el viento con olores de sakura en flor, con un sentido indescifrable, mágico y puro.
Mi mano se mueve en trazos marcados de tradición, en una sintonía acompasada, lenta, que invita a compartir la ceremonia del encuentro.

Mi mano se úne a mi otra mano.
Las dos se miran y hablan entre sí.
¿Qué giro debo seguir?, ¿En qué sentido?
Dirección Este, o dirección Oeste.
Oriente u Occidente.
No puedo decidir, y, sin embargo, se mueven solas...
Miran al sol, miran a la luna, se quedan con el dragón.
Las estrellas acogen el viaje del viento, el que origina mis manos en su camino a través del espacio, sintiendo el frío de la porcelana, el calor del agua mezclándose con el té.

Necesito agua caliente para volver a detener el tiempo y dejar que reine el silencio. Quiero volver a cortar el aire y mover mi mano otra vez, en una oscilación suave, dejando que continúe el goteo, incansable e incierto, de la infusión en mi taza, de la lluvia en mi tejado,. mientras late mi corazón recordando los libros de los que aprendí, ofreciéndote mi wabi, el que permanece en tu recuerdo...

Mi mano es bambú, es hoja que acoje el agua, la lluvia, se moja y se inclina, flexible, se abre paso en la niebla. Mi mano te ofrece el momento, te entiende y comparte el instante.
Quiéreme, conóceme, pues no volverás a tener un ichi-go ichi-e como el que yo te ofrezco, mis manos se detendrán en el tiempo. Acoge su vuelo en este momento, no volverás a verlas danzar.
El próximo baile ya no será para tí...

CHA NO YU: Literalmente, "agua caliente para el té".  Ceremonia del té.
HAHA: Mamá.
SAKURA: Cerezo.
WABI: Celebración de la ceremonia del té con humildad, simplicidad, imperfección, con sobriedad.
ICHI-GO ICHI-E: Literalmente, "un encuentro", "una oportunidad", algo que debe ser atesorado, pues no volverá a repetirse jamás.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

Nota de la autora: La ceremonia japonesa del té (cha-no-yu, chadō, o sadō, ceremonia japonesa del té ) es una forma ritual de preparar té verde o matcha (抹茶, matcha), influenciada por el budismo zen, sirviéndose a un pequeño grupo de invitados en un entorno tranquilo.
Cha-no-yu (茶の湯, Cha-no-yu literalmente, "agua caliente para el té") se refiere usualmente a una ceremonia individual, mientras que sadō o chadō (茶道, 'sadō o chadō' "el camino del té") se refiere al estudio o doctrina de la ceremonia del té. La pronunciación sadō se prefiere en la tradición Omotesenke, mientras que chadō se prefiere en la tradición Urasenke.
Cha-ji (茶事, 'Cha-ji') alude a una ceremonia del té completa, incluyendo una frugal comida (kaiseki), té ligero (usucha) y té espeso (koicha), prolongándose aproximadamente cuatro horas. Chakai (茶会, literalmente "cita del té") no incluye el kaiseki.
Dado que quien realice la ceremonia debe estar familiarizado con la producción y los tipos de té, además del kimono, la caligrafía, el arreglo floral, la cerámica, incienso y un amplio abanico de otras disciplinas y artes tradicionales además de las prácticas de la ceremonia en el colegio, el estudio de las mismas toma muchos años, a menudo una vida completa. Incluso para participar como invitado en una ceremonia del té formal se requieren conocimientos de los gestos y posturas adecuados y las frases que se esperan, la manera apropiada de tomar el té y los dulces y la conducta general en la sala del té.

El té fue introducido en Japón durante el siglo IX por los monjes budistas de China, donde se conocía, según la leyenda, desde hacía milenios. El té se hizo rápidamente popular en Japón y se comenzó a cultivar localmente.
La costumbre de beber té, primero como bebida medicinal y luego simplemente por placer se hallaba ya extendida ampliamente en China. A comienzos del siglo IX, el autor chino Lu Yu escribió el Ch'a Ching (Clásico de té), un tratado sobre su cultivo y preparación. La vida de Lu Yu se encontraba fuertemente influenciada por el budismo, particularmente por la escuela Chan, que evolucionó al Zen en Japón, y sus ideas tuvieron gran importancia en el desarrollo de la ceremonia del té japonesa.

En el siglo XII, una nueva forma de té, matcha, se introdujo. Este polvoriento té verde, extraído de la misma planta que el té negro, pero sin fermentar, fue usado en rituales religiosos de los monasterios budistas. Para el siglo XIII, los samurái comenzaron a preparar y beber matcha y los pilares de la ceremonia del té fueron erigidos.


La ceremonia del té evolucionó a una "práctica transformativa" y comenzó a desarrollar su propia estética, en particular el wabi. Wabi (佗, significando quietud o refinamiento) sobrio, o gusto sometido "es caracterizado por la humildad, moderación, simplicidad, naturalidad, profundidad, imperfección, y simples objetos y arquitectura, sin adornos, enfatizantemente asimétricos, y la celebración de la belleza suave que el tiempo y el cuidado imparten a los materiales". (Introducción: Chanoyu, el Arte del Té, en la página Urasenke de Seattle) [1]. Ikkyu, que revitalizó el Zen en el siglo XV, tuvo una profunda influencia en la ceremonia del té.


Para el siglo XVI, el té se había extendido a todos los niveles de la sociedad japonesa. Sen no Rikyu, quizás la más conocida y respetada figura histórica en la ceremonia del té, introdujo el concepto de ichi-go ichi-e (一期一会, 'ichi-go ichi-e' literalmente, "un encuentro, una oportunidad"), una creencia de que cada encuentro debería ser atesorado ya que no podría volver a repetirse. Sus enseñanzas derivaron en el desarrollo de nuevas formas de arquitectura y jardines en Japón, las Bellas Artes, las artes aplicadas, y en el desarrollo completo del sadō. Los principios que asentó -Armonía (和 wa), respeto (敬 kei), pureza (清 sei) y tranquilidad (寂 jaku)- son, todavía, el centro de la ceremonia del té.

La ceremonia del té requiere años de práctica y aprendizaje... con todo, el conjunto de este arte, en cuanto a sus detalles, no significa más que hacer y servir una taza de té. El asunto supremamente importante es que dicho acto debe realizarse de la manera más perfecta, más educada, más graciosa y más encantadora posible. -Lafcadio Hearn-




miércoles, 18 de noviembre de 2009

HAHA, MUSUME






Tsumazuite
Kawaii take no ko
Kao o dashi



Me he tropezado con...
Un lindo brote de bambú
Que asoma su cara







No podía apartar los ojos de su rostro...
En la noche clara, en el centro de la estancia iluminada por la luz de la luna llena, vió su carita ausente, llena de un abrumador sueño.
El frío invadió el espacio transportándola al infinito futuro incierto, claro en sus orígenes, oculto a su entendimiento, deseando el sol más hermoso para su pequeña Luna.
Acarició el rostro inocente que no cesaba de mirarla, tan parecida a ella, y la abrazó; suspirando, intentó apartarse de su cuerpo frágil sin conseguirlo, pero tampoco deseaba hacerlo.

Olió su aroma intentando retenerlo en su memoria, para no olvidarlo nunca, y cogió el peine de plata que descansaba en el tocador para poner orden en la maraña de cabellos que cubría su pequeña cabeza.
Alisó su pelo, tocó los mechones finos deslizándolos entre sus dedos, sedosos y suaves, los hubiera estado tocando toda una eternidad. Acercó la boca a su pequeño oído y empezó a cantarle la vieja nana que aprendió siendo niña de labios de su obâsan:

Quiso alcanzar la flor de Sakura
Y no lo consiguió
Quiso alcanzar la mariposa
Y no lo consiguió
Quiso abrir la mano y atrapar al ruiseñor
Y no lo consiguió
Pidió ayuda a los dioses para alcanzar las nubes
Y el Sol respondió:

"Niña bonita, Blanca Luna,
Tu mano inocente mecerá mi cuna"

Y la mano de Luna acarició el Sol
Y se sintió segura
La flor de Sakura, la mariposa y el ruiseñor
Cayeron en su regazo
Regalo de amor


Se desprendió del kimono y la abrazó con la suave seda, protegiéndola del frío.
Volvió a mirarla y acarició su carita, sus ojos rasgados se rendían a la llamada del sueño. La pequeña inclinó la cabeza hasta que descansó sobre su pecho y cerró los párpados poco a poco.
La acunó despacio, con un lento balanceo del cuerpo y del corazón, sintiendo su respiración lenta y acompasada.
Y continuó cantando la vieja nana:

Quiso alcanzar la rosa
Y no lo consiguió
Quiso lanzar un beso
Y no lo consiguió
Quiso abrir la mano y atrapar el calor
Y no lo consiguió
Pidió ayuda a los dioses
Y el frío alejó

La rosa, el beso y el calor
Cayeron en su regazo
Y el mundo cambió

Mi Blanca Luna, mi ruiseñor
Volando en el cielo
Estaremos tú y yo


La sombra del Sakura cobijó sus cuerpos dormidos...


HAHA: Madre (sentido cariñoso)
MUSUME: Hija (sentido cariñoso)
OBÂSAN : Abuela
SAKURA: Cerezo
KIMONO: Vestido tradicional japonés

Este relato está dedicado a Mª Dolors García Pastor (La Bruja de Clará, el enlace lo encontraréis en el lateral, espacio "Occidente") y a su hija Lluna (Luna), por despertar mi inspiración. Gracias con todo cariño.

Este relato está protegido y es propiedad de su autora

viernes, 16 de octubre de 2009

KOKORO



Kakikurasu
Kokoro no yami ni
Madoiniki
Yume utsutsu to wa
Yohito sadame yo


A través de la sombra más negra
De la oscuridad del corazón deambulo
Desconcertada
Tú que conoces el mundo del amor, decide:
¿Es mi amor un sueño o es real?







Los campos de arroz tornaron su color original a un dorado resplandeciente, reflejo de los últimos rayos del sol, ardiente y cálido. Las amapolas que nacían a lo largo del camino se ruborizaron de tal forma, que sus pétalos se quemaron en un infierno de sensualidad y pasión, y el verde de la hierba oculta bajo los granos de arroz brilló como piedras preciosas en el corazón de una cueva oscura ignorada por el tiempo.
El latido de la Tierra y de los campos salvajes comenzó a vibrar con un movimiento lento, presagiando la unión de las almas, de los cuerpos y de las vidas.

Las nubes, alborotadas en el inmenso cielo, el tiempo, dueño del momento, todo pasaba deprisa despreciando los segundos, los minutos... el cielo cambiaba sus colores, no podía retenerlos, los suaves colores se escapaban...
Oh, mi amor!, detén el tiempo!
Sintió unas manos fuertes apretando su cintura, recorriendo su piel hacia el centro de su gravedad, y ella quiso ver más colores... sorairo, akai, kîroi, pero no quiso suplicar más, no podía suplicar más...

Su captor, su dueño en ese instante primitivo era su iro, su único color, el ser de otro tiempo que la retenía junto a su corazón, cerca muy cerca de sus latidos.
Ella sólo quería ver colores y sólo veía el masshiroi, el blanco puro que envolvía su respiración en el frío de la tarde.
Quiso seguir la luz que apagaba las sombras de su propio corazón, quiso continuar la senda de los latidos marcados por su compañero, y encontró el tiempo detenido en sus sentidos, el mismo que hacía unos momentos pasaba tan deprisa y tan implacable y sintió los olores, los suaves roces de la seda de su kimono desapareciendo.

Volvió a sentirlo, sus manos, sus latidos, esperándola, llamándola, y el corazón del hombre volvió a colmarla con su temblor, su calor, su sangre y su fuego.
Sus ojos se abrieron como abanicos danzando al compás de una kouta de amor y reflejaron en sus pupilas el pulso del instante único que la hizo temblar, del ataque sensual al centro de la plenitud, extendiéndose como suaves olas en un mar fiero y embravecido.
Y sintió un nuevo latido con un nuevo temblor, llegando sin piedad, dentro muy dentro, queriendo más y más, avanzando con el tiempo, como energía en expansión cabalgando en un rojo resplandor que estallaba convirtiéndose en los colores vivos del universo que buscaba...

Cerró los ojos con fuerza y cuando los abrió de nuevo, Niji estaba allí, cruzando su cielo. Los latidos de su corazón fueron calmándose poco a poco, acompasándose al ritmo más lento de su respiración, antes entrecortada, lentamente, uniéndose a la tranquilidad y la quietud del momento en que su mirada se acostumbró a la oscuridad que empezaba a reinar tras la puesta del sol, en el cielo en el que volvió a encontrar su orígen y en los brazos donde se hallaba su final.
Su corazón percibió el lazo de unión profunda con el corazón del hombre que era su universo.
Eran dos colores vivos en un arco iris , en un cielo únicamente suyo, donde crear nuevos matices de una nueva y hermosa vida.

Se miraron a los ojos y los corazones volvieron a latir...

KOKORO : Corazón
SORAIRO : Color azul celeste (del cielo)
AKAI : Color rojo
KÎROI : Color amarillo
IRO : Color
MASSHIROI : Color blanco puro
KIMONO : Vestido tradicional japonés
KOUTA : Canción corta tradicional japonesa
NIJI : Arco Iris


Este relato es propiedad de su autora y está protegido

lunes, 28 de septiembre de 2009

KIMI O AI SHITERU


Yugure wa
Kumo no hatate ni
Mono zo omou
Amatsu sora naru
Hito wo kou to te


A la hora del ocaso
Las nubes se alinean como estandartes
Y pienso:
Esto es lo que significa amar
A uno que vive más allá de mi mundo





"Amo a un hombre único, tierno, poderoso y salvaje."
"Amo porque mi corazón me susurra que debo amar, deber que se impone a mi razón."
"Amo a un ser libre que no debe nada a nadie y que vaga errante dejando surcos en mi alma, vientos en mi cara, mariposas de vivos colores en mi vida solitaria."
"Amo, porque debo amarlo..."

Los campos de arroz estaban preparados para dar su fruto y los colectores venidos de todas las provincias circundantes se afanaban en buscar su sustento, ofreciendo sus manos y su trabajo.
Los hombres se dispersaron en las cuatro direcciones del viento, con pasos firmes y rápidos y agradeciendo a los dioses el resultado de sus esfuerzos a lo largo del duro año.

Takeshi, el recién llegado, terminó sus oraciones y se levantó el último, dejando que sus compañeros avanzaran primero hacia los campos abiertos, donde descansaba el preciado arroz.
Sus pensamientos eran oscuros e impenetrables, sumidos en la neblina de otros tiempos, en recuerdos de otra clase de servidumbre.
Tiempos de guerra, de luchas, de vencidos y vencedores.
Tiempos de cambio de otra clase de esclavitud.

En mitad de sus evocaciones sobre un pasado cercano, alzó su mirada perdida y vio flores hermosas empezando a brotar a los lados del camino.
Una de ellas era diferente, más bonita que las demás, más enigmática y fragante, más llena de vida...
Miró a la mujer que caminaba entre la hierba húmeda, sus pies enredándose con los tallos de amapolas en flor, y con su sombrero de forma cónica ajustado en la cabeza, propio de las mujeres del campo.
Sus ojos... no podía distinguirlos con la claridad reinante del sol, pues los cubrían la sombra que le proporcionaba la paja que formaba el entramado de su sombrero de laboriosa trabajadora del arroz.

Takeshi detuvo su marcha y se quedó absorto, mirándola, rogando por que la mujer alzara la cabeza y lo mirara a su vez.

Ella era Kiharu, la noble dama que un día vistió kimonos de seda, la que perdió un mundo de antiguo esplendor. La que no reclamaba nada de lo que antaño fue suyo, sino la que agradecía el solo hecho de continuar viva.

Y en su ensoñación sintió una mirada cálida traspasando su viejo sombrero que le cubría los ojos, y sintió el impulso de alzar la cabeza y observar qué era lo que provocaba una reacción insólita en la mujer a la que todo le resultaba indiferente.

Así que, lentamente, echó el cuello hacia atrás y miró al horizonte...
Vio al hombre cercano a ella, al Ronin que la miraba descaradamente pero con respeto. A ella, una gran dama, o lo que quedaba de ella, en mitad de aquellos campos salvajes.

Sintió un repentino fuego abrasando sus pies, sus finos tobillos, sus muslos, su pecho, instalándose definitivamente en su rostro, tiñéndolo de un rubor sofocante y dejándola sin aliento.

El hombre de pelo largo, negro y brillante, que la miraba, que tenía frente a frente, despertó en ella, con sus negros ojos, un sentimiento único que desconocía, y sus manos comenzaron a temblar, lo que hizo que las escondiera tras la espalda.

El guerrero sin rumbo continuó mirándola, dejando que sus sentidos siguieran conociéndola, incomodándola, vagando por sus curvas como los rayos del sol pasean sin permiso a través de los rincones del mundo.
Porque para él, ella ya era su mundo.

Kiharu recobró la cordura y ordenó a sus piernas dar media vuelta y correr hacia la seguridad de su pequeña habitación, en la que se refugió, cerrando la puerta con fuerza, recostándose en ella y respirando con dificultad.
Mientras intentaba desprenderse de la mirada de aquel hombre atrapada en su piel y movía su cuerpo intentando escapar del sentimiento extraño que ocupaba ahora su corazón, le pareció recordar un brillo extraño en los ojos del ronin y el esbozo de una media sonrisa en sus labios.

Sus ojos... su sonrisa...

Todos los días a partir del encuentro transcurrían del mismo modo, en el mismo punto del camino, a la misma hora, los mismos minutos, bajo el mismo sol, bajo el influjo de los mismos sentimientos, día tras día...

La recolección del arroz tocaba a su fin.
Cuando el último grano fue recogido y almacenado, los trabajadores de los campos organizaron una gran fiesta.
Takeshi se miró al espejo que presidía su pequeña habitación y ordenó su negro cabello recogiéndolo en una cola de caballo, alisó sus ropas con sus callosas manos de duro trabajo y dura lucha y colgó en su cintura a sus fieles compañeras, su katana y su wakizashi, amigas en antiguas batallas.

Kiharu se miró en el espejo, herencia de sus antepasados, se ajustó el obi y enfundó en su cintura su naginata.

Ambos, hombre y mujer, salieron de sus humildes aposentos y se alejaron del ruido ensordecedor producido por la alegría del final de la cosecha.
Ambos, hombre y mujer, se dirigieron al punto de encuentro donde se conocieron, atraídos por un imán invisible, poderoso e irresistible.
Llegaron al mismo tiempo y se detuvieron en el mismo instante.

Takeshi habló:
- Soy un ronin, un paria, un errante sin Señor, sin hogar y sin futuro. No puedo ofrecerte, prometerte, ni darte nada, salvo mi vida, mi corazón y mi último aliento. -

Kiharu sostuvo su mirada y respondió:
- Soy una desterrada, mi mundo terminó y estoy sola. Soy una mujer abandonada y sólo puedo darte mi alma, mis pensamientos y mi último suspiro. -

Finos copos de nieve comenzaron a inundar los campos, pero un fuego abrasador inundó sus miradas.
Todo se lo habían dicho, y todo fue entregado.
Se acercaron el uno al otro como nunca antes se habían atrevido a acercarse, y se despojaron de sus armas, de sus ropas, uniendo sus vidas errantes, sin patria.

Su único país y universo fue el que ellos construyeron esa misma noche.
En el silencio, uno de los dos, o ambos, quién sabe, pronunció "kimi o ai shiteru".

Sus caminos perdidos se encontraron en un cruce sin retorno...

KIMI O AI SHITERU : Te quiero, te amo.
RONIN : Samurái que ha perdido al Señor al que sirve y vaga errante ofreciendo sus servicios como mercenario.
KATANA : Sable largo, espada del samurái.
WAKIZASHI : Segunda espada, más corta, que acompaña al samurái.
OBI : Cinturón que sujeta el kimono.
NAGINATA : Espada corta utilizada por las mujeres samurái.


Este relato es propiedad de su autora y está protegido

domingo, 20 de septiembre de 2009

NAGINATA



Oshikaraji
Kimi to tami to no
Tame naraba
Mi wa Musashino no
Tsuyu to kiyu tomo


Sin rencor
Si es por vos, mi Señor,
Y por vuestro pueblo
Desapareceré con el rocío
En la llanura de Musashi


Princesa Kazu, 1861






La medianoche se instaló en el palacio del Shogún trayendo con ella una noche tan cerrada, tan negra y tan oscura, que pareció que sobre el cielo volaran todos los negros cuervos del mundo llamados a reunirse sobre los cielos de Edo, la nueva capital del Imperio que a partir de esa noche hermética sería conocida como To-Kyo, dispuestos a ser testigos del cambio en la Historia.
El temible y poderoso Señor del Sol Naciente, sol que se ocultó desde hacía horas para abandonarlo a su destino, junto con sus hombres, se hallaba solo en la gran estancia que dominaba el sagrado recinto de los dioses, más allá de los jardines de los arces y buganvillias en flor, morada de sus antepasados.
Rezaba por su alma buscando la Luz, deseando que todo terminara en ese instante, dispuesto al último y definitivo ataque que pondría alas en sus manos y en su poderosa katana, La Eterna, la que acompañaba a todo samurái en su existencia y en su último viaje.
El silencio se adueñó del tiempo y del espacio...
A través de la bruma espesa en la que su mente se había introducido, en un letargo de meditación indefinido, el gran Señor creyó escuchar unos suaves pasos en la lejana distancia.
Venían a buscarlo, pero no sintió miedo, sólo un deseo apremiante de que lo encontraran pronto, sin más demora, para terminar con la agonía que le empujaba a no querer seguir viviendo más tiempo del necesario en el nuevo mundo que se avecinaba.
Los pasos eran silenciosos, apagados y cortos, muy cortos, más propios de una mujer que de los soldados que aguardaba desde hacía horas.
Una anciana encorvada por el peso de los años y el paso del tiempo se aproximaba a las dependencias donde el Shogún meditaba en sus últimos momentos, sigilosa e invisible bajo un negro velo de seda.
Se apoyaba la anciana sobre un liviano y extraño bastón, confeccionado con madera de bambú y que adoptaba una rara forma curvada, resultado del peso del cuerpo de la mujer proyectado en él a lo largo de los años. Arrastrándose gracias a la resistencia del duro material, a duras penas llegó hasta la gran puerta tras la que todo un antiguo y grandioso universo se desmoronaba por momentos.
Otoko, La Guardiana, se apoyó en el muro que exhibía el emblema de su Señor, el Crisantemo Azul, el símbolo de una antigua dinastía pronta a extinguirse, los dueños ambiciosos de un mundo único que ella conoció tan bien.
Y supo que moriría esa misma noche junto a él.
La anciana dejó caer el bastón y permitió a su espalda encorvada arrastrarse contra la pared, dejó que descendiera hasta el suelo, hasta sentarse en él, inclinando la cabeza para descansar la frente en la fría superficie y entonces, estiró las piernas con un suspiro de puro cansancio, físico y mental.
Su espíritu estaba tan cerca de su señor...


Sintió cómo la esencia que le pertenecía traspasaba la puerta cerrada y se enfrentaba a la del hombre encerrado en la habitación, percibiendo de nuevo ese vínculo que los unió desde el primer día en que se vieron por primera vez.
Pero debía continuar su misión y llegar hasta el final, completando el círculo que enlazaba sus vidas, Notó en su pecho el frío de la negra noche, acechándola y vigilándola, al igual que hacían los negros cuervos.


Cerró los ojos y su conciencia, todo su ser, se trasladó al principio de los tiempos que formaron su existencia, al inicio de la vida de su otro yo como Okiyo, la señora, la favorita del shogún, aquella que trajo un soplo de aire fresco y nuevo al invierno de Edo, arrancando flores prematuras en los sakura de los jardines del Palacio de las Nueve Primaveras, y en el corazón del hombre más poderoso del Imperio.
Cuando sus pequeños pies se posaron en el suelo del jardín, dejando atrás el palanquín que la transportaba, el corazón la sumió en un estado de trance... se arrodilló frente al hombre, se inclinó hasta tocar con su frente las frías piedras que la recibían con toda su humedad invernal, con la nieve acumulada desde hacía horas, las mismas que el gobernador llevaba aguardando su llegada.

Sus manos se apoyaron en la superficie helada y sintió el frío traspasándole las entrañas, el mismo frío que sentía al pensar qué le depararía el destino y cuál sería su nuevo futuro. En realidad, no era más que el miedo instalado en su mente hacia lo desconocido, miedo abriéndose paso en su nueva realidad, y entonces, de pronto...
    El hombre le habló, le ordenó alzar la cabeza y mirarlo a los ojos, algo impensable, condenado con la pena a muerte.
    Su corazón se paralizó por el terror hacia lo inesperado.
    Apretó las manos con fuerza hasta que no sintió la sangre circular por ellas, y levantó la mirada, tímidamente, al cielo.

    El viento helado del norte levantó su negro y largo cabello extendiéndolo como el abanico sagrado de una geisha, etéreo, suave y fragante, y su aroma a jengibre y áloe se extendió en el espacio, alcanzando a los aromas de las flores del jardín, ocultándolos, exterminándolos, hasta que no quedó más que su perfume de mujer.

Sus temblorosas manos apartaron los mechones que se enredaron en sus ojos, ocultando la visión del hombre que iba a ser su dueño. Pero antes de volver a bajar la mirada, vislumbró la brillante luz de unos ojos parecidos a los suyos, negros y penetrantes, cuya inteligencia adivinó en la oscura y directa mirada.
Percibió una complicidad unida a algo indefinido... admiración y reconocimiento, sintiéndose en ese momento como un ser igual al hombre que la miraba...

La anciana abrió los ojos despertando de su ensoñación y sintió de nuevo el frío atenazándole el corazón.
Se irguió con dificultad al escuchar unos pasos atronadores, fuertes, botas duras abriéndose paso entre los muros del Palacio.
Sintió el peso de los acontecimientos y el sentimiento de la llegada del instante final de su mundo. Los soldados alcanzaron las estancias interiores y los muros retumbaron al compás de sus rápidos pasos...

Otoko cerró de nuevo los ojos musitando una plegaria ancestral, invocando a sus dioses. En el momento en que un rayo cegador surcó el cielo de la antigua Edo, su cuerpo se agitó, se puso rígido y la curvatura de su espalda se difuminó y se perdió en el inicio de una fuerza desconocida, dando paso a un cuerpo joven, fuerte y lleno de vida.
Se arrancó con un ademán furioso el velo negro de seda que cubría su rostro, y asomaron dos ojos felinos, rasgados, fieros y brillantes, estandartes de una juventud inusitada e inesperada, regalo de los dioses.

Recogió el bastón del suelo sobre el que apoyaba sus pasos y lo alzó al cielo en la negra noche del dominio de los cuervos, quitó el extraño envoltorio que lo acompañaba y un brillo esplendoroso y único reflejó la luz de la luna encontrando el mágico y suave acero de la alabarda, la fiel y hermosa hoja curva mortal, la Protectora de vidas inocentes.

Alzó la naginata y la observó con detenimiento. Sintió su hoja desafiante como símbolo de la vida que las mujeres de su raza acunaban en sus curvados vientres, su amiga, su confidente, su madre y hermana.
Su eterna compañera...

La tomó y la alzó a la altura de sus finos ojos rasgados, suspiró y sintió su fuerza emanando de su empuñadura.
Su corazón estaba en paz, su espíritu en calma.

Sujetó la naginata con furia y se dispuso a dar su vida por su mundo y por su Señor...














NAGINATA : Espada corta de hoja curva, con mango largo, arma utilizada por las mujeres samurái, equivalente a la katana de los hombres.
SHOGUN : Señor feudal, gobernador de Japón.

EDO : Antiguo nombre de Tokyo.
KATANA : Sable japonés.
SAMURÁI : Guerrero al servicio de un señor feudal.
SAKURA : Cerezo, emblema de Japón.
GEISHA : Mujer de las artes.


Nota de la autora: Este es un relato libre sobre una época de cambio en Japón: el fin de la era Tokugawa, de los samuráis como concepto "romántico" medieval, la decadencia de unas costumbres arcaicas en las relaciones entre hombres y mujeres, costumbres machistas, donde las mujeres eran consideradas esclavas y se las vendían al shogún desde niñas para ser sus sirvientas, o en el mejor de los casos, sus concubinas, gozando de una vida lujosa pero encerradas en una jaula de oro, rígida y encorsetada vida. Mujeres, que, sin embargo, eran educadas y adiestradas en artes marciales, para proteger al Shogún y a su forma de vida, mujeres capaces de enfrentarse a bandidos, soldados y a las peores desgracias que pudiera depararles la vida, gracias a la Naginata, el arma de las mujeres samurái, La Protectora de un mundo diferente ya extinguido.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido

martes, 8 de septiembre de 2009

SHAMISHEN


Nanika taranai
Mono ga aru
Ochiba suru


La sensación de que algo falta...
Caen las hojas




La puerta de la Okiya resultaba apenas visible a través de la fría, oscura y gris niebla de principios de noviembre, heladora de caminos inhóspitos e inexplorados, de finales de un siglo de misterios y tradición, de duras calles de ciudades, y de arbustos expectantes de silenciosos senderos, supervivivientes en una atmósfera inquietante que invitaba a abrigarse hasta la más mínima superficie de piel.
En ese mismo instante, en que las gotas de rocío se helaron hasta convertirse en escarcha, un sonido cruel y aterrador se escuchó en un tono agudo, como el filo mortal de una katana.
Un sonido que atravesó la estancia y el aire, más rápido que la velocidad del viento, más mortífero que el giro del sable acudiendo a su objetivo y acertando de pleno en su centro vital.

La música que escapaba de la okiya era espantosa...

Obedecían los dedos ejecutores de tan siniestra melodía a las órdenes y dictados de los diablos del inframundo, infractores de los suaves cánticos de los ángeles.
Y se escuchó por toda la estancia la voz de la Okasân:

- Si respetas al Karyûkai, tu vida y tu blanco cuello, déja de hacer sufrir nuestros oídos, déja de martirizar nuestras mentes y nuestra sensibilidad con tu necia forma de tocar. Nadie como tú osó profanar de forma tan descarada un instrumento tan bello y apreciado por nuestro Hanamachi y por los demás existentes en todo Japón.-

La aprendiz de Geiko bajó los ojos avergonzada y suspiró admitiendo su derrota. Jamás conseguiría dominar el venerable Shamishen. Jamás arrancaría de él las notas armónicas y preciosas, necesarias para que las mujeres del arte bailaran y transmitieran los sentimientos y tradiciones de un legendario pueblo.
No sería capaz de seguir a sus antepasadas, sería una deshonra para la familia y no merecería el título de Atotori.
Sus manos eran incapaces de continuar el virtuosismo de sus hermanas en el manejo del difícil y complicado instrumento.

Se sintió triste, llorosa y abatida...

Sus ojos se inundaron con lágrimas de súplica y susurró una plegaria al Universo y a su Obâsan, la guardiana de la Fuente de la Sabiduría y el Rencor, protectora de las Maiko de Gión Kobu desde tiempos antiguos.
Su muda súplica traspasó el espacio y el tiempo, su blanco cuello sintió un escalofrío y su cuerpo comenzó a temblar. La marca en "v" de su nuca se desdibujó con la suave brisa del amanecer.

Aturdida, deseó salir al exterior y abrió, de rodillas, siguiendo el ritual, la fusuma que la mantenía alejada del mundo. Escuchó el rumor de las aguas de la Fuente, y sintió su llamada cálida y tranquila, proveniente de sus quietas aguas.

Se aproximó lentamente a ella, con pequeños y pasos cortos, como le permitía su estrecho kimono rakka, y entre sus sedosos pliegues percibió la brisa suave de otoño, la misma brisa que decían haber sentido antes otras aprendices buscando la Sabiduría. Se aproximó a la Fuente, cristalina y azul.

Se asomó a su superficie y sus ojos se abrieron asombrados por la visión que le era otorgada... finas y doradas púas para arrancar sonidos al Shamishen flotaban en el agua, ofreciéndose a sus pequeños dedos, preparadas para ser utilizadas y acariciadas, para arrancar melodías que los viejos dioses esperaban de un instrumento milenario.
No sabía que hacer, asombrada como nunca, embelesada mirando las púas en las aguas de la Sabiduría.

En ese instante, la mariposa azul proveniente del Sakura, testigo de la historia de las Maiko de Gión, de innumerables pruebas de aprendizaje, se acercó y revoloteó en las mangas del kimono, buscando cobijo, y habló con voz profunda e imperceptible, voz que sólo una flor del Karyûkai podía escuchar, voz conocedora del alma humana y esa voz habló:

- Tómalas, no temas, ellas te ayudarán a arrancar las notas más bellas y afinadas del Shamishen. Pero sólo si tus manos están limpias, podrás acariciar su esplendor y recorrer tus dedos por su esencia, llegando así a su alma y a su corazón.-

La aprendiz miró sus manos y las consideró sucias, indignas de tocar un instrumento tan bello, no aptas para tan alta misión, y retrocedió cautelosa unos pasos, tropezando con sus okobo contra las duras piedras que rodeaban la fuente.

Recuperó el equilibrio y volvió a mirar sus manos, blancas y pálidas. Pensó en retirarse y volver a su oscura habitación, pero la llamada de la fuente era tan intensa... quería las púas, quería arrancar notas divinas al Shamishen, así que, pensó que debía lavar primero sus sucias manos antes de coger las brillantes estrellas del agua que la ayudarían en su deseo.

Aseó sus manos, las frotó y perfumó, tras lo cual no quedó ni una mota de suciedad. Al intentar alcanzar las púas, la Fuente volvió a hablar con el espíritu de la obâsan:

- Musume, mi dulce aprendiz, has desterrado tus errores por un deseo de perfección. Las púas son tuyas y ellas te seguirán al tocar tus canciones cuando rasgues las viejas cuerdas del Shamishen. Nunca tus manos acariciarán algo tan bello. Únicamente te pido que toques siempre la melodía que nazca de tu corazón y que sigas a tus sentimientos. Cuando dudes, yo estaré contigo...-

La Maiko entendió el sentido de las palabras de la Fuente. Sus limpios dedos los observó como nuevos instrumentos mágicos que arrancarían notas impensadas y nuevas de un instrumento sabio y antiguo.
Lo que en un tiempo fue música del diablo, en unas torpes manos, se convirtió en música celestial limpiando los errores del alma.

El sonido infernal se convirtió en susurros de ángeles en un cielo de horizontes rasgados...


SHAMISHEN : Instrumento tradicional japonés de forma cuadrangular que se toca con una púa. Es una de las artes que aprenden las Maiko (aprendices) para llegar a ser Geisha.
OKIYA : Casa donde viven las Geishas.
KATANA : Sable japonés.
OKASÂN : Dueña de la Okiya.
KARYÛKAI : "Mundo de la flor y del sauce". Mundo de las Geishas.
HANAMACHI : Comunidad de Geishas.
GEIKO : Geisha en el dialecto de Gión Kobu.
ATOTORI : Geisha heredera de la Okiya en la que trabaja.
OBÂSAN : Abuela.
MAIKO : Bailarina, aprendiz de Geisha.
GIÓN KOBU : Distrito de la ciudad de Kioto, donde existen muchas comunidades de Geishas.
FUSUMA : Puerta corredera que separa las diferentes habitaciones de una casa.
KIMONO RAKKA : Kimono de otoño.
SAKURA : Cerezo, árbol venerado en Japón, su flor es el emblema nacional.
OKOBO : Sandalias muy altas que utilizan las Maiko.
MUSUME : Expresión que significa "Hija mía".

Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

domingo, 30 de agosto de 2009

TAIHEIYÔ



Ôumi ni
Shima mo aranakuni
Unahara no
Tayutou nami ni
Tateru shirakumo

En un océano
Sin islas siquiera
Más allá de las olas que no cesan
En alta mar
Se alzan las nubes blancas







"Yo, Taiheiyô, el Inmenso, el Infinito, astuto y soberbio rey de la Tierra, inmenso e inconmensurable, eterno y pacífico, violento en mi orgullo de mareas inalcanzables y pleno en mi tranquila quietud."
"Yo, el Acogedor de vidas, el Enterrador de almas, de oscuros secretos confundidos en mis turbias aguas, Abrazador de vidas singulares y profundas como mis simas verdes y tenebrosas, donde no llega la luz, donde la noche es eterna."
"Yo, ¿por qué yo?"

Las aguas del mar más poderoso de la Tierra temblaron ante los pensamientos que se desprendían de sus abismos ocultos y fríos, de las cálidas y discontínuas corrientes que arrastraban retazos de historia más allá de ideas y convicciones, de estados y de posiciones.
Las aguas se movían inquietas en un caos de sentimientos ajenos y pensamientos extraños, fuertes y duraderos en el tiempo, desde el momento en que fueron depositados en el lecho azul bañado por un sol rojo intenso, testigo de los acontecimientos acaecidos en tierra firme.

Taiheiyô volvió a temblar...

"¿Por qué yo?", se preguntó de nuevo.

Fui creado para dar luz y vida, energía húmeda para la seca tierra, pero ahora acojo en mi seno restos de muerte y destrucción, de odio y de maldiciones sin sentido que sobrevivirán a lo largo del tiempo, impidiendo el olvido, que así sea.

Y yo, soy eterno...

¿Qué hacer con las almas errantes y penitentes que surcan mis caminos, que yacen en las profundidades abismales de mi corazón, en mis tortuosos laberintos de plantas marinas, enredaderas de vidas terminadas prematuramente bajo el cálido sol de un cierto verano?

Cómo puedo acallar las voces de los caídos, suplicando un lugar en la Gloria, un recuerdo entre los suyos. Cómo cerrar mis oídos a los gritos de súplica de una vida mejor para su pueblo y de un descanso definitivo para sus almas, deseando que los lamentos no ocupen mis sentidos.

Mis brazos abarcan lenguas de tierra que absorven y agotan mi capacidad de asumir tanto dolor y llanto.

Yo, el Pacífico, soy el Elegido...

Soy el Enterrador de almas, el acogedor de las voces del Tokkôtai y de la Gran Manta Azul, de sus hombres, barcos y aviones, desunidos por una Hachimaki y una bandera de barras y estrellas, unidos en un instante de muerte que hace a todos iguales.

Soy el portador de las voces en el silencio, desde el Más Allá, paciente, sereno, comprensivo y compasivo, sostén de espíritus en una inmensa y suave superficie de algas submarinas.

Debo continuar en calma y abrir mis campos de coral, para que las voces, que tanto me atormentan, sean siempre escuchadas y atendidas, para que eternamente sean recordadas.
Cuando no lo sean...

Yo, Taiheiyô, El Pacífico, bramaré furioso con aguas negras, alzaré olas oscuras y perderé mi nombre...


TAIHEIYÔ : Océano Pacífico
TOKKÔTAI : Unidad de ataque especial Shinpú. Soldados Kamikazes para los occidentales surgidos durante la 2ª Guerra Mundial.
GRAN MANTA AZUL : Escuadrón de pilotos norteamericanos cuya misión consistía en proteger a los navíos de los ataques suicidas japoneses.
HACHIMAKI : Bandera del sol naciente, símbolo de la flota naval japonesa que los soldados portaban anudada en su frente.


Nota de la autora: Personalmente siempre he creído que los Mares y Océanos que pueblan nuestro mundo, no sólo contienen multitud de vidas distintas, sino que tienen vida propia y por qué no, también pensamientos y sentimientos propios.
Por ello, este relato es un pequeño homenaje a Taiheiyô, el Océano Pacífico, un gran cementerio de vidas humanas que se perdieron en uno de los más grandes conflictos bélicos que ha sufrido el hombre.
Para los que siguieron a la eternidad en sus azules aguas, descansen en paz, y que sean por siempre recordados.



Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

sábado, 8 de agosto de 2009

TSUKAHARA BOKUDEN



Hiru fukaku kusa
Fukaku hebi ni nomareru
Kaeru no koe



Avanzado el mediodía
En lo profundo de la hierba
La voz de una rana
Tragada por la serpiente






Despuntaba el alba cuando el ronin escondió su compañera de acero bajo sus ropas, ocultándola a la brillante luz del sol delatadora de su condición. En silencio, recogió el remo que conduciría a la barcaza y a sus diversos viajeros al destino rígido, terminal y monótono que dictaba el lago Biwa, eterno en su quietud, pausado y sin retorno, o, en el más común de los casos, en un retorno equivocado y sin sentido, en círculo sin vuelta atrás.

El orgulloso viajero del Norte, se jactaba inoportunamente de su destreza con la espada, molestando a todo aquel que tuvo el infortunio de compartir espacio e inclemencias con el forastero venido de no sé sabe dónde, fanfarrón y prepotente, fuera de lugar y tiempo, en aquel lago sereno y oscuro, símbolo de paz y tranquilidad, como el remero que guiaba el rumbo de la barca.

El ronin permanecía impasible, escuchando las imposibles historias de aquel engreído y petulante imitación de un guerrero samurái, sus ojos velados por su sucio y raído sombrero de paja de laborioso trabajador de los campos de arroz mercenarios, en los que dejó parte de su vida y sus lágrimas, cuestión de supervivencia en una vida vacía y sin futuro.
Escuchaba al forastero con una media sonrisa en sus labios.

Las gentes de la barcaza, ansiosas de salir por unos instantes de sus monótonas y aburridas vidas, reían sin cesar las bravuconadas de aquella mala imitación de soldado-guerrero valentón e insulso que provocaba risas histéricas y artificiales, risas que escondían la incredulidad de las historias que desgranaban los mentirosos labios del supuesto samurái.

Todos reían, menos el ronin de sombrero de paja raído calado en sus ojos...

El forastero percibió la media sonrisa irónica del guía de la barcaza y se dirigió a él, enfadado, retador, deseando pelear sin sentido, solo por orgullo de petimetre, hablándole con aire triunfal, exigiendo saber el por qué de su media sonrisa, si era guerrero, cuál su escuela y su técnica maestra.

El ronin alzó su sombrero de paja raído y, sin abandonar su media sonrisa le habló serenamente, con voz suave y envolvente.
Le habló de su vida errante, sin dueño, solo siervo de la Justicia, del más débil, siguiendo un camino marcado por el hombre y las estrellas, del amor no correspondido y del aire puro del Universo.

Soy guerrero, respondió.
Mi escuela es el Mundo.
Mi técnica, la de la no-espada.

El forastero del Norte se revolvió al escuchar sus palabras y preguntó a aquel soldado sin rey qué era la técnica de la no-espada, técnica imposible puesto que no existía guerrero si no existía un arma que lo acompañase.

El viejo samurái errante propuso enseñar su técnica al engreído hombretón una vez llegaran a la orilla opuesta del lago Biwa.
Una vez allí, y cuando todos los ocupantes hubieron desembarcado, el ronin y el forastero subieron solos a la barca.
Atravesaron el lago una vez más y el antiguo guerrero hizo desembarcar al hombre orgulloso de sus supuestas hazañas, indicándole que buscara un terreno idóneo para batirse en duelo.

El hombre se adentró unos metros tierra adentro, los suficientes para que el ronin se alejara de la orilla, al tiempo que le decía:

"Esta es la técnica de la no-espada".

Y siguió remando hacia el otro lado del lago...


RONIN : Antiguo samurái que ha perdido a su Señor y se ha convertido en mercenario o vagabundo errante.
BIWA : Lago de la isla japonesa Honshû.
SAMURÁI : Soldado al servicio de un señor feudal.



Nota de la autora: Este relato es una versión libre de una auténtica leyenda japonesa, la leyenda de Tsukahara Bokuden, samurái que existió realmente (1490-1571), y que se convirtió en Ronin (guerrero errante) y fue monje Zen, viajando por todo Japón y enseñando su sabiduría. La leyenda de la no-espada se conoce también como "vencer sin desenvainar", y alude al hecho de que no es necesaria la fuerza sino la inteligencia para vencer a los enemigos.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

sábado, 1 de agosto de 2009

MANEKI NEKO





Atsui kara hei
O aruite neko ochita



Un gato caminando sobre la tapia
Se ha caído por el calor






La cueva abrió sus puertas al mundo exterior con la nueva luz del amanecer, permitiendo a los primeros cálidos rayos de sol alcanzar las frías y húmedas paredes del camino al inframundo de Hakkiri, la Bruja más poderosa y temida de Hokkaidô, el Camino del Mar del Norte, la isla de aguas calientes, fría, eterna y mágica...

Desde el sur, una brisa calma y extraña arrastraba consigo aromas de Sakura en flor y unos ojos rasgados no humanos observaban con detenimiento las partículas traídas a través del aire.

Una mirada astuta e inteligente, conocedora de otros tiempos, anidaba en el cuerpo físico del animal, en su cabeza, en su pecho, en sus patas, atrapando el alma y el espíritu de Bastet, la cual recibía con estremecimiento los rayos de sol tan familiares y acariciadores...

La diosa se recreó con intenso placer en el nuevo día filtrándose entre las nubes blancas del alba. Recordó la vieja lucha con Sekhmet, su antagónica personalidad y alzó una de sus patas al viento, sintiendo su agradable frescor. Sus largos bigotes arañaban y percibían aromas venidos de lejos, de muy lejanos lugares añorados, de tiempos acaso remotos también en su memoria, tiempos de alegría, buena fortuna y prosperidad.

Ella era Bastet, estaba allí y era la diosa de la suerte...

Su juicio acompañaba a la Majo desde hacía siglos, postergando el sufrimiento que supondría la visión del futuro para los hombres, futuro vedado a ojos humanos, claro como el alba que despuntaba para sus ojos felinos, ojos verdes color Camino del Mar del Norte, enigmáticos y embriagadores. La sabiduría se veía asomándose cauta en sus pupilas, oteando el espacio y absorviendo conocimientos infinitos, haciéndose más grande su comprensión del mundo y del inframundo, de la bondad y la maldad, apreciando quién, de entre los seres vivos existentes en la Tierra, podrían ser merecedores de la buena fortuna que ella poseía.

Maneku erizó el pelo de su lomo y se arqueó al percibir una presencia extraña, Sekhmet habló susurrando en sus oídos, hirviéndole la sangre. De su boca surgió un ronco bufido, en alerta sus felinos sentidos y sus zarpas prestas al ataque. Aspiró el aroma de la brisa y observó cauta y tranquila. Sintió la presencia del hombre aproximándose a la cueva y conoció su espíritu... Masutani llegaba desde la vida oculta, el soldado que ofreció su vida y su alma, venía en busca de consuelo para los suyos, pues él no quería nada para sí, alcanzada ya la gloria con su muerte. Hizo callar la voz de Sekhmet y sacudió la cabeza, librandose de su violenta influencia.

La diosa se alzó sobre sus patas traseras levantando las dos manos, dando la bienvenida, y aguardó la súplica del guerrero. Éste no habló, únicamente se inclinó ante ella y depositó a sus pies sus pertenencias más sagradas, su petición de protección y fortuna para su familia.
La gata recogió las cintas del honor y miró al hombre, prometiéndole que las llevaría al lugar al que pertenecían, devolviendo la paz y la tranquilidad a quienes lloraban por él y otorgándoles una fortuna merecida por el desconsuelo y la fortaleza mostradas.

El espíritu del soldado voló con el viento, dejando caer una flor de Sakura. La diosa la miró, recogió las prendas de honor y coraje y emprendió rauda el camino hacia el bosque, buscando, atrapando en sus sentidos el olor de los descendientes merecedores de la suerte de Masutani.

Encontró en esa mañana, a quien otorgar la dicha y la fortuna de la que era su mágica portadora desde que el Mundo es Mundo...

Como era su deber y como debía suceder...


MANEKI NEKO : Gato de la suerte o gato de la fortuna
HAKKIRI : Decir las cosas con claridad
HOKKAIDÔ : Segunda isla de Japón
SAKURA : Cerezo, flor del cerezo, emblema de Japón
BASTET : Diosa egipcia de la protección del hogar, de la armonía y la felicidad, personificación de los rayos del sol, representada por una mujer con cabeza de gato
SEKHMET : Diosa antagónica de Bastet, simboliza la parte maligna y violenta del sol, representada por una mujer con cabeza de leona
MAJO : Bruja

Nota de la autora: Maneki procede del verbo Maneku, que en japonés significa "invitar a pasar" o "saludar". Neko significa "gato". Juntos significan, literalmente, "gato que invita a entrar". Según la tradición japonesa el mensaje que transmite el gato alzando su pata es: "Entra, por favor, eres bienvenido".
El Maneki se representa con la pata derecha levantada, significa que trae prosperidad y dinero. Con la pata izquierda levantada, significa que atrae visitas. Con ambas patas levantadas, protege al hogar. también existen en diferentes colores según sobre que circunstancia se quiere atraer la buena fortuna (negocios: plata o dorado; amor: rojo; cumplir los sueños: azul; fortuna a los viajeros: tricolor -blanco, negro, naranja- llamado Calico, y muchos otros más).
Se ve frecuentemente en tiendas, restaurantes y otros negocios y en la pata derecha se le coloca una moneda antigua llamada Koban. Lleva un collar con cascabel para ahuyentar los malos espíritus y se elabora en porcelana y cerámica.
Las referencias en el relato a las diosas egipcias Bastet y Sekhmet son debidas a que creo personalmente que religión y creencias diferentes, de pueblos diferentes, están íntimamente relacionadas, y que, en el fondo, todas se refieren a un mismo estado espiritual, emocional e intuitivo del ser humano, que le lleva a creer en las mismas cosas, aunque les pongan nombres distintos.
Existen muchas leyendas sobre el Maneki Neko... ésta es la mía.

Relato dedicado a "Miso" (Cuquiño), el gato de Sidel , y a los dos felinos que pasaron por mi vida y la hicieron más feliz, "Gato" y "Kiss", siempre en mi corazón.

Relato especialmente dedicado a Nieves Hidalgo, escritora y amiga, por su cariño y su apoyo. Que Bastet te cuide y proteja siempre.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido

lunes, 27 de julio de 2009

MANGETSU




Hito hana dani
Chirazaru ima no
Toki tomare


Ahora que no cae ni un pétalo,
Justamente ahora,
Oh Tiempo, detente










Mangetsu despertó furiosa consumida por el deseo de destruir a Hinode, la esencia del dios Sol.

Sobrecogida por el espanto y el horror reinantes en el caos de asolación y ruina provocados por el dragón, aspiró lentamente el aire puro y vacío del Universo, y sopló, abriendo un camino entre las nubes, blanco estelar, lleno de escarcha y rocío, de frío entre las llamas, y lanzó su rayo de luz brillante y níveo por donde cabalgaría Funbetsu, el Soldado de la Noche, en su alado y blanco caballo pálido, fortaleza inexpugnable de hielo en mitad de la Oscuridad.

Mangetsu, la fría y pálida tez del Espacio contuvo el aliento mientras observaba avanzar a Funbetsu... la Esperanza iba tras él, aquella que la Luna quiso enviar a los humanos desheredados por la Luz del Sol, mediando entre el justo castigo a su soberbia y la oportunidad de empezar de nuevo.

Funbetsu, el Soldado de la Noche, desenvainó su espada de luz y de su garganta escapó un grito de guerra que aturdió los oídos de los hombres, deteniendo la vida en la Tierra, haciendo brotar otra vida diferente portadora de Esperanza en suelo árido y destruído.

Y con un solo giro de su sable, segó la vida de Hinode, la pura esencia del dios Sol, coronando a la Oscuridad como Reina del Universo, abriendo paso en su camino de hielo a la nueva y fría luz de la Esperanza, otorgando a los hombres una oportunidad para empezar de nuevo y dejar el inicio a un Sol radiante y lleno de vida.

La Era Mangetsu comenzaba a latir. Su frío pulso empezó a inundar lentamente las tierras arrasadas, y con su aliento de vida arrastró la arena que alzaría un nuevo templo para el nuevo guardián de los hombres en la Tierra...

Funbetsu, el Soldado de la Noche, construiría para los hombres el Templo del Dragón de la Luna...


MANGETSU : Luna llena
HINODE : Amanecer
FUNBETSU : Juicio, Sensatez


Este relato es propiedad de su autora y está protegido

sábado, 18 de julio de 2009

SENNINBARI



Meigetsu ya
Ittemo ittemo
Yoso no sora

La luna llena
No importa adonde vaya
El cielo me es ajeno



Miró al horizonte, fino y lineal marcado por el cielo contra la tierra, como la directriz de su nacimiento se marcaba rasgada en sus oscuros ojos y la cicatriz de su frente. Bajó la mirada... por la luz, la claridad del sol, entrececerró los párpados aún más y ocultó su mirada bajo la palma de su mano levantada a la altura de sus cejas.

Y tocó, percibió, la Senninbari...

La tela blanca se amoldó a las huellas de sus dedos, como obedeciendo las órdenes de un siervo sin dueño. La cinta de las mil puntadas cobró vida y habló, aún sin antes haber sido preguntada.
La obediente, la que contenía atrapada en su trama las mil historias, anudada al símbolo del Imperio del Sol Naciente, deseaba contar los sentimientos de las mil mujeres, las mil voces que acompañarían al Tokkôtai en su camino a la gloria, ondulante en su viaje, rápido como el viento.

Sintió la buena suerte transmitida de generación en generación, combate tras combate, ejército incansable de hombres apoyado por mujeres firmes, atravesando su pensamiento, con hilos de seda rojo y cabellos oscuros como negro mármol apoyados en su frente.

Sintió bajo sus dedos el Bu-un-cho-kyu y se sintió perdido en el gran océano del que formó parte desde su nacimiento, de su línea de horizonte al que le guiaban siempre sus ojos rasgados siguiendo la luz de la blanca tela, guiado en la eternidad por las mujeres del año del Tigre, aspirando su fuerza y su ferocidad, siguiendo la estela de sus puntadas enlazadas con la Hachimaki que lo conduciría a su destino...


Y tomó la última copa de sake.

Con ella, las mil puntadas se convirtieron en mil llantos, mil afiladas espinas atravesando su mente, mil voces cantando juntas, mil caminos hacia el Cielo y la Gloria...


El abrazo de una madre a su hijo en la dura despedida, el llanto de una niña inocente, el último beso de amante de una esposa, mil sentimientos junto a sus pensamientos.


La cicatriz le quemaba en la frente bajo la Senninbari, proyectando el fuego rojo de la seda de las mil puntadas.

Recordó entonces el día en que su vida se salvó por aquella cinta anudada en su cabeza, recordó la bala perdida durante la guerra en China que rozó su rostro y el silbido que produjo en sus oídos, el sonido de la muerte pasando de largo. Ese día, la sagrada cinta ardió en el mismo fuego de seda de sus rojas puntadas, la tela se abrió como una flor atrapando a la Parca en su interior, permitiéndole seguir viviendo unos pocos años más y el tigre bordado en uno de sus extremos rugió feroz en la trama, demostrando el coraje de su portador.

Senninbari, la Protectora, otorgó el valor que necesitaba el soldado y lo preparó para el camino, anudó fuertemente su corazón al triunfo y a las mil voces que resonaban en su interior.

La cicatriz de su frente ardía con las puntadas rojas como la sangre, unidas en un mismo destino de honor y muerte... de cielo y vida...



SENNINBARI : "Cinta de las mil puntadas".
TOKKÔTAI : Piloto japonés suicida gurgido durante la 2ª Guerra Mundial, en occidente conocido como "Kamikaze".
BU-UN-CHO-KYU : Eslógan bordado en la Senninbari que significa "Eterna suerte en la guerra".
HACHIMAKI : Cinta de tela roja o blanca que los japoneses se anudan a la cabeza como símbolo de esfuerzo o constancia. Durante la 2ª G.M. los pilotos japoneses se la colocaban con el símbolo del sol naciente en la frente para verse protegidos de los espíritus malignos, y les infundía el valor necesario para acometer con éxito sus misiones.
SAKE : Licor japonés elaborado a partir del arroz.

Nota de la autora: La Senninbari es un símbolo tradicional japonés, es un amuleto de buena suerte que llevan hombres y mujeres, para superar un exámen, un parto, cualquier situación difícil. Durante las guerras a las que los japoneses se enfrentaron, se utilizó con la misma condición, además de significar su "conformidad" con estar lejos de casa y con el deseo de un pronto y seguro retorno.
La Senninbari está bordada con hilos de seda rojo y algunas veces incluso se entrelazan cabellos de las mujeres que la bordan, mujeres que, como indica la tradición, nacieron durante el "Año del Tigre", de ahí que algunas cintas lleven este animal en la tela.
La cinta puede ser llevada a modo de cinturón, con lo cual se la llama "Senninbari-Haramaki", o en la cabeza, recibiendo el nombre de "Senninbari-Hachimaki", como la cinta del sol naciente.
Los colores predominantes son tela blanca y puntadas rojas, aunque también existen con puntadas en colores amarillo (dorado) y azul, siendo la combinación blanco-rojo la considerada portadora de mejor suerte.

Este relato es propiedad de su autora y está protegido

domingo, 12 de julio de 2009

KAZAN




Kokoro shizuka
Ni yama no okifushi


El corazón en paz
La vida diaria de las montañas











Honshu se despertó con un cansancio aletargado debido a las calurosas horas del verano, sudorosa y húmeda, aprisionada en un espasmo de calor agobiante e inacabable, desperezándose de un adormecimiento insoportable, impidiendo cualquier movimiento vital a sus habitantes, deseando la llegada del invierno y su frescor.

El Grande, el Kazan, también despertaba de su largo sueño, ronroneando amenazador, dulce como un pequeño felino, amenazando con rugir fiero cual tigre agazapado...

Un espeso y negro humo surgió de sus fauces, despertando la furia acumulada en sus entrañas, aviso del enfado acumulado durante siglos.
La visión desde su cima resultó ser unos ojos vigilantes al mundo, ojos compuestos de diferentes materiales, unidos en un solo corazón, latido de la Tierra y mirada atenta al espacio del oeste, Tokio..., el punto de encuentro..., lanzando sus besos a la ciudad en forma de burbujas de aire y vapor, de nubes piroclásticas...

Las mujeres de Honshu desafiaron a Fuji, la retaron a duelo, protegiendo sus vidas y sus hogares, pues la era Meiji había concluído y buscaron en su cima la salida del sol, el orto reconciliador entre hombre y naturaleza.

El monte detuvo por unos instantes su bramido, respetuoso con las exigencias de las mujeres. Su furia se apaciguó por unos instantes y llamó a Hoeizan para que le siguiera en su decisión, instalando una paz ficticia en la ladera de la montaña, paz antes de la gran tormenta.

La más poderosa, Fujisan, La Rica Montaña del Samurái, intentaba conservar sus fuerzas para el asalto final, aquel en el que arrasaría la parte del mundo conocida hasta no dejar nada en pie, sepultando con su lengua de fuego todo provocamiento y necedad, todo orgullo y soberbia, asentando un nuevo terreno fértil de vida para acoger a las generaciones de los siglos venideros.

El monte sagrado, el antiguo vigía, no consentiría, jamás, que nadie fuera tan alto como Él...

KAZAN : Volcán
HONSHU : Isla de Japón donde se encuentra el volcán Fuji Yama
MEIJI : Período en la historia de Japón (finales del s. XIX), en el que estaba prohíbido a las mujeres llegar a la cima del Fuji Yama
HOEIZAN: Segundo pico del Fuji formado en el período Edo, en la última erupción de 1707
FUJISAN : Nombre correcto del volcán Fuji Yama


Nota de la autora: Después del surgimiento de los samuráis en el Japón feudal (siglos XII a XVI), se empezaron a utilizar los caracteres kanji actuales para "Fuji". Fu significa "riqueza", mientras Ji es "samurái". Finalmente San, significa "montaña", por lo que el nombre completo es Fujisan (La rica montaña del Samurái).
En castellano se ha popularizado mucho la escritura "Fujiyama", a pesar de que es incorrecta en japonés. La razón es que el kanji "montaña" se puede leer "san" o "yama", según el nombre en cuestión, pero en este caso se debe leer "san".
Los japoneses suelen recordar la altura de esta montaña, 3.776 m., como MINANARO, "MI" por 3, "NANA" por 7, "RO" por 6, y se enseña a entender como "tomar ejemplo al monte Fuji" y ser tan alto como él, en lo espiritual.














Este relato es propiedad de su autora y está protegido

domingo, 5 de julio de 2009

ETSURAKU



Unohana no sakutowa
Nashi ni naruhito ni koiya
Wataran kataomoinishite


Como las flores unohana
que disimulan su floración
Así haces tú...
Y, si no me correspondes, yo...
¿Podré seguir enamorada?





La agonía del éxtasis supremo los encumbró a la cima del cielo del placer, en suaves oleadas de calor puro e intenso, como llamas en el Infierno.
El aliento entrecortado del hombre se transformó en nube de agua y los suspiros de la mujer en gota de lluvia, unidas ambas en dulce y violenta tormenta de invierno...
Los cuerpos tendidos juntos, unidos al compás en movimiento único y ascendente, latido de corazones al unísono sumidos en un volcán de emociones sin tregua. La humedad de las manos convertida en un río de caricias; la de los labios, en cruce de caminos; la de las miradas, en encuentro de fronteras...

Y todo empezó, precisamente y en un instante, con una mirada...

La luz de la habitación iba menguando junto con la del sol, dando paso a las sombras anunciadoras del atardecer, creciendo en las paredes de arroz de la tibia estancia.
Se sentía inquieta y se despojó de su brillante obi con la ayuda de su inseparable maiko, dejando al descubierto su preciosa ropa interior blanca, con el cuello ribeteado en rojo.
La ceremonia del Erikae había terminado, y con ella, creció la inquietud de la noche que se reflejó en sus oscuras pupilas, ardientes, deseosas de ver de nuevo la imagen del hombre clavada en su retina.

Suspiró hondamente y decidió salir al jardín.
Su aroma a sándalo, romero y jazmín, alborotó aún más sus encendidos sentidos, haciendo que sus nervios estallaran a flor de piel.
Entrecerró los párpados y volvió a sentir la furia y la ansiedad en la mirada de aquel hombre. Aquella mirada que pocas horas antes sostuvo con firmeza mientras ambos se enzarzaban en una discusión dialéctica sobre la vida y el deseo de vivir, apasionadamente, en una batalla de intelectos en la que hombre y mujer se sentían iguales, poderosos y combativos.

Asustada, percibió un movimiento tras ella y giró revolviéndose en su frágil ropa interior, se apartó el mechón de cabello negro que caía sobre su frente y se enfrentó a lo desconocido.

Y allí estaba él, su pecado y su razón de ser, su más firme enemigo por su condición, y su más eterno compañero, según su corazón.
Y sintió...

Sintió una atracción poderosa hacia sus labios... dejando un camino húmedo en los suyos suave como la miel.
Sintió una atracción poderosa hacia sus manos... dejando infinitas caricias sobre su piel.
Sintió una atracción poderosa hacia sus ojos profundos... indicando un laberinto hacia el amanecer...
Sintió una atracción profunda hacia su cuerpo, sin límites, perdidos en ese atardecer...

Su corazón sintió el fuego del deseo, latidos profundos en un mar de promesas.
No pudo evitarlo.
No quiso evitarlo.

Él sostuvo su mirada durante largo tiempo, el mismo en que sus manos temblaron y suspiraron por tocarla, acariciarla...
Tomó aire e, incansable, permitió a su mirada vagar por los suaves pliegues de su kimono, la tela que ocultaba un mar de curvas sinuosas, y perdió la razón en ellas.

Ella lo tomó de las manos y él la siguió hasta su intimidad más profunda. Acarició el cuello rojo de su ropa interior y suspiró por conseguir un milímetro más de su blanca piel.

Y ella se rindió por completo. Dejó que su kimono cayera junto con su inocencia. Cerró los ojos y sintió sobre su piel el tacto de sus caricias, adorándola, saboreándola, como jamás nadie había osado hacerlo.
Sintió sus labios sobre su cuello dejando un surco abrasador, rojo como el símbolo de su madurez, estrechando un vínculo de deseo y posesión.

Desnudos, cayeron uno sobre el otro, devorándose el cuerpo y el alma, destruyendo los obstáculos a su paso arrollador de pasión.
Se amaron con intensidad y plenitud, se dieron el uno al otro y el mañana...

Llegaría un nuevo sol incierto.
Pero ellos ya eran uno solo...

ETSURAKU : Placer
OBI : Cinturón del kimono
MAIKO : Aprendiz de Geisha
ERIKAE : "Doblarse el cuello", ceremonia que marca el paso de Maiko a Geisha.



Este relato es propiedad de su autora y está protegido.

viernes, 26 de junio de 2009

HAKKIRI





Kaze no
Mei-an
O tadoru

Voy siguiendo la luminosidad
y la oscuridad del viento





El cielo se oscureció tempranamente como todos los días de invierno, atrapando la luz y sellando la entrada a la cueva oscura y profunda donde habitaba la Majo, la más sabia, antigua, y poderosa bruja de Hokkaido, joven en apariencia, vieja en conocimientos sobre el mundo, la vida, los sentimientos, el espacio y el tiempo, recluida en su soledad y en la cárcel de su cueva, el santuario de una mujer dividida entre sus conjuros y profecías.

Se arrodilló en mitad del frío entorno de piedra y elevó una plegaria al cielo, a su dios particular del inframundo oculto en las tinieblas. Sintió la descarga de energía al obligar a su mente a adentrarse en la quinta dimensión para conectar su espíritu con el de sus antecesoras, maestras en las artes ocultas, rodeada de sus fantasmas penitentes y errantes.

En estado de trance mágico, deteniendo el curso del tiempo, se elevó en el espacio como humo al viento y dirigió su mirada al espejo encantado de la vida y la muerte, mirándose furtivamente en él y se vio eterna... su larga cabellera negra flotando alrededor de su blanco rostro, cual serpientes vivas en la cabeza de Medusa, sus rasgados y oscuros ojos semejantes al corte afilado de una katana, sus labios rosados y hermosos, apretados conteniendo su furia y su poder.
Se vio inmensa en la plenitud que conduce al ocaso, y quiso dejar su legado de experiencia y sabiduría, de sus años de esplendor y gloria que aún no se habían marchitado pese a los siglos transcurridos.

Descendió al frío suelo y abandonó su estado mágico de conexión espiritual para tornar a la realidad y encaminó sus pasos a la marmita donde creaba sus pócimas y recitaba sus conjuros. Respiró su contenido, aspiró su fragante aroma y sintió cómo el antiguo poder de adivinación llegaba instalándose hasta sus entrañas, poder otorgado por sus maestras y madres, pero dudó si aún podía llegar a ser útil por los muchos años en que no había sido utilizado.

Consciente de su reflejo hermoso y etéreo en el ardiente contenido pleno de poder, añadió un rabo de lagartija, escamas de dragón chino, un ala de colibrí, colmillos de serpiente arbórea y ramas de romero a partes iguales. Esperó la conjunción de los elementos, su fusión y la condensación de los vapores. Los efluvios surgidos de la unión de diferentes vidas ascendieron oscilantes hacia el cielo abierto, a través de las grietas ocultas de las paredes de piedra, sin obstáculos en su camino, con un color púrpura encendido y llameante.

En poco tiempo, largas figuras se vislumbraron a través del humo, y supo que el poder había llegado, traspasándola como la hoja de un cuchillo, doblegándola y partiéndola en dos. El Infinito era suyo y la grandeza de lo que adivinaba llenó su espacio como un torrente de vida, arrastrando todo cuanto encontraba a su paso, pensamiento y sentimiento, dejando una semilla de visión de un futuro no muy lejano.

Vio que los tiempos no eran buenos, sequía y hambre se avecinaban. Lo mejor de los hombres se perdería a menos que un héroe surgiera de entre las tinieblas para equilibrar la tensión entre el Bien y el Mal, detener la lucha entre Estrellas, la Luz y la Oscuridad, el Sol y la Luna. Debía invocar a la madre Luna para que enviara a Funbetsu, el Soldado de la Noche, y detener al dragón Hinode, la esencia del dios Sol, enfadado con la raza humana, deseoso de llevar a cabo su exterminación en la Tierra.

La Majo suspiró con fuerza y rebeldía, sabía y conocía lo que vendría en los siglos venideros, pero no podía revelar el destino del mundo. A nadie, ni siquiera al Emperador. Sintió un escalofrío que la hizo temblar de pies a cabeza, pero no abriría las puertas a la Verdad, pues no es conveniente para los hombres conocer su futuro próximo.

El conocimiento sobre el futuro no deja margen de elección, condiciona las decisiones y provoca el caos ante la posibilidad de interrumpir y cambiar la línea del Tiempo, trastoca las posiciones establecidas por la Madre Naturaleza y otorga un giro inesperado y desconocido a lo que debe ser y ocurrir.

La Majo, la bruja Hakkiri, la que siempre dijo las cosas con claridad, decidió callar, guardarse para sí lo que la magia le reveló, manteniendo seguro lo que conoció antes de que llegara a suceder, dejando el futuro en manos de la decisión de los hombres y de los astros que regían su destino. Se aseguró la continuidad del Tiempo, del devenir de las cosas, procurando que los sucesos llegaran limpios y sin interferencias, esperando que el siguiente amanecer naciera intocable y puro en su esencia, como debía ser.
Como siempre había de ser...

Lo maravilloso de vivir, pensó, es que no podemos saber cuándo llegará el final.

"Hombres, seguid vuestro camino que yo seguiré el mío. Perseguid vuestro sueño como yo perseguiré el mío.
Vivid la vida como si no hubiera un nuevo amanecer.
Aceptad el Amor que se os ofrezca como si fuera el único y el último.
Sólo así llegará la felicidad, aunque sea efímera.
Sólo así daréis sentido a vuestras vidas.
Acoged cada nuevo día como un regalo y disfrutadlo, gozad de él, y no pidáis nada más, pues nada más os será concedido.
Alimentad la llama que os dé calor y aprended de vuestros errores.
Esperad la Muerte como un tránsito a una vida mejor, y dejad una huella que os recuerde..."

La bruja cerró los ojos y se envolvió en su kimono.
Percibió la Vida que continuaba latiendo...
...Como debía ser, y como siempre había de ser...

HAKKIRI : Decir las cosas con claridad
MAJO : Bruja
HOKKAIDO : Isla de Japón
KATANA : Sable largo japonés
FUNBETSU : Juicio, sensatez
HINODE : Amanecer



Este relato es propiedad de su autora y está protegido

domingo, 21 de junio de 2009

TOKKÔTAI



Suga suga shi
Bofu no ato ni
Tsuki kiyo shi
Renovadora
Después de la violenta tormenta
Sube la luna radiante

(Haiku del vicealmirante Ônishi para su amigo Rin Masutani)



El Zero se elevó majestuosamente en el aire, con un ruido de motores embriagador de gloria, meciéndose en las vertiginosas corrientes del Viento Divino del Pacífico, el Kamikaze amigo alzándole sobre las oscuras olas del mar y el viento enemigo guiándole a la eternidad con su inminente destrucción, estallando en otro mar, de acero y hierros retorcidos, el espacio abierto al sol, la bola de fuego en la última visión del mundo en guerra y del honor de un pueblo, el recuerdo a la familia y la oscuridad en la cabina del caza...

Masutani envolvió sus últimos instantes alrededor del recuerdo de su iniciación en el Shinpû Tokubetsu Kôgeki Tai, la Unidad Especial de Ataque Shinpû, la más honorable, la Madre de la lucha contra el enemigo americano y diosa del más alto honor y sacrificio. A ella y a los suyos entregaría su vida en ese momento, con orgullo de Patria ya derrotada pero firme en sus sentimientos y convicciones.

Recordó su juramento de entrega al Imperio, con ansia de enfrentarse con coraje y valentía, con la rabia de donar lo más precioso que poseía, su propia vida, para alcanzar en segundos, la gloria y la fama prometidas.
Quedaba poco tiempo y continuó recordando...
Quería convertirse en Eirei, uno más entre los Espíritus Guardianes de su país, consagrándose en el templo Yasukuni, la meta de un alma deseosa de servir al Emperador, para cohabitar con los más grandes dioses del Japón.

"El Espíritu de Tokkôtai corre por la sangre de todo japonés. Es un honor dar la vida por el Imperio del Sol Naciente, por su gente y su Tradición. El Ataque Especial lo es porque acaba con el piloto y con el enemigo, siguiendo una danza triunfal de muerte y victoria."

Volvió a recordar el momento en que le fue entregada la bandera con el Sol Naciente, símbolo del Amanecer, del astro que nace para dar vida, insignia de la flota naval japonesa. Cerró los ojos para ser consciente de los rayos rojos de luz y de su calor. Curiosamente, sintió ese mismo calor en el sol del Pacífico, y por un instante pensó que dos enemigos no podían tener el mismo sol, puesto que el sol era único y por tanto, hombres diferentes, sintiendo un mismo sol, no podían más que ser hermanos y amigos.
Pero todo estaba ya decidido y seguía su curso...
Conservaba a su lado la katana que acompañaba su último viaje y la acarició sintiendo su fuerza. Su estómago sintió otro calor diferente, el de la última copa de sake apurada antes de la partida.
Tocó la banda del Sol Naciente que cubría su frente y que se cruzaba fuertemente con la Senninbari, la "cinta de mil puntadas", cada una de ellas tejida por una mujer, mil mujeres, mil llantos y mil reproches, mil lamentos y mil honores.

Recordó su propio Jisei no ku, el poema intenso y propio que lo conduciría a la muerte, tradición de los guerreros samurái antes de la honorable comisión del Seppuku. Junto a él, unió las plegarias de su familia y las selló con su última y póstuma condecoración militar.

Masutani maniobró sobre el eje del caza en un giro sin retorno y enfiló el cuerpo metálico de la aeronave en dirección al portaaviones enemigo. Pronunció los diferentes nombres de Tokkôtai, despacio, sintiendo su honorable presencia y su fuerza...

Shikishima...
Yamato...
Asahi...
Yamazakura...

El ligero caza descendió a una velocidad imparable hasta volar a ras de la superficie del mar, evitando así al radar enemigo. Ascendió mínimamente hasta que alcanzó su objetivo en el punto de mira. Eligió el elevador principal del buque, seguro y convencido de su vulnerabilidad, burló a la Gran Manta Azul y se lanzó en picado...

El Fuego y el Viento, el Infierno y el Cielo, lo condujeron a la Gloria...


TOKKÔTAI : Abreviación de Shinpû Tokubetsu Kôgeki Tai (Unidad Especial de Ataque Shinpû), conocida en occidente como Kamikazes, pilotos suicidas japoneses surgidos durante la 2ª Guerra Mundial.
ZERO : Caza, avión ligero japonés
KAMIKAZE : "Viento Divino"
EIREI : Espíritu Guardián
YASUKUNI : Templo donde se consagraban los Tokkôtai, único templo del país que visita el Emperador del Japón
KATANA : Espada japonesa
SAKE : Licor obtenido de la destilación del arroz, bebida popular en Japón
SENNINBARI : Cinta de honor de mil puntadas que los pilotos suicidas enlazaban con la bandera del Sol Naciente, compuesta con las puntadas de mil mujeres
JISEI NO KU : Poema propio y particular compuesto por una persona y que le ha de conducir a la muerte, siguiendo una costumbre de los antiguos guerreros samurái antes de cometer Seppuku
SEPUKKU : Ceremonia del suicidio ritual, conocida en occidente como Harakkiri
SHIKISHIMA : Nombre de uno de los grupos de Tokkôtai, es el nombre poético de Japón
YAMATO : Nombre de uno de los grupos de Tokkôtai, nombre antiguo de Japón
ASAHI : Nombre de uno de los grupos de Tokkôtai, significa "sol de mañana"
YAMAZAKURA : Nombre de uno de los grupos de Tokkôtai, significa "Sakura (flor de cerezo) de montaña"
GRAN MANTA AZUL : Patrullas aéreas alrededor de la flota aliada para defenderla de los ataques suicidas

Nota de la autora: Los pilotos japoneses suicidas surgidos durante la 2ª Guerra Mundial son conocidos como "Kamikazes", pero es una lectura equivocada del tipo Kun'yomi por parte de los traductores estadounidenses de los kanji "dios" y "viento", cuando su pronunciación correcta debería ser del tipo On'yomi y pronunciado como "shinpû". El empleo de la palabra "kamikaze" se propagó fuera de Japón y fue aceptada mundialmente como válida, aunque en el país, a estos pilotos suicidas se les conocía como Tokkôtai (Unidad de Ataque Especial Shinpû).
En Japón, la palabra "Kamikaze" (Viento Divino), hace referencia al tifón que asoló las costas japonesas en los años 1274 y 1281, sobre todo a éste último, y que arrasó a las fuerzas invasoras de Mongolia que intentaban conquistar Japón. Los japoneses, pues, consideraron que el "viento divino" fue enviado por los dioses para protegerlos.


Este relato es propiedad de su autora y está protegido